La otra aberración
Sí, es una aberración el que sean más dignos de imitar el prófugo Figueroa Agosto y su apresada concubina que el señor Russell, mi director de Básica del Instituto Evangélico, y la brillante ama de casa de Pueblo Nuevo Celeste Rodríguez; pero no es menos la otra mancha, ya que será la razón para que compitamos para escalar el primer lugar de un sitial nada apetecible: la más alta tasa de mortalidad del mundo, pues con las cifras oficiales, que siempre deben mover a suspicacia, ahora ocupamos, con las 179 muertes de mujeres por causas relacionadas a su capacidad de procrear por cada cien mil nacimientos, el segundo lugar de América y el sexto del mundo, y todo gracias a que por intereses particulares, congresistas intimidados por las iglesias, y deseosos de repetir para seguir mamando de la teta pública decidieron aprobar la penalización del aborto en la Constitución de Leonel Fernández (no debe olvidarse que es su hechura), vamos camino a aumentar las muertes maternas, pero que siempre serán de las más pobres, pues éstas serán las que, desesperadas, recurrirán a cualquier procedimiento peligroso para resolver un problema que puede afectarles sus vidas. Como no quiero sentirme parte de esta aberración, de esta vuelta a la Edad Media, he decidido hacerme pasible de cárcel y estoy a la disposición de toda mujer que, por una causa justificada, sobre todo que afecte su vida, decida abortar; que me escriba a mi correo electrónico y con gusto la ayudaré. Me harían un favor si me llevan a la cárcel por hacer lo correcto. Así tendré otro regalo, pues preso tendré tiempo para terminar los tres libros que tengo a tiro de hit. Cuando terminaba este trabajo supe que la rancia y católica España aprobó liberalizar el aborto. Nuestra única posibilidad para dejar de hacer el ridículo es cambiar la composición del Congreso en las elecciones del 2010, en la que es muy probable aparezca el que escribe algo más que salud.