Caperucito Rojo
(II)
A Nelson Rivera
Con toda honestidad aprecio a todo aquel que de corazón desee ser mejor jugador de dominó. Con nuestras recomendaciones lo puede lograr; es indispensable, eso sí, que conozca los fundamentos del juego, que pueda hacer los cálculos de lugar y que se concentre plenamente en la partida”. Así concluimos el Epílogo de la tercera edición de nuestro libro “Dominó: Juego de Pareja”, que gracias a la filantropía de don José Luis Corripio Estrada (don Pepin) saldrá a fines de este mes de la Editora Corripio a todo color.
El libro en una parte anterior dice: “La meta de todo jugador es derrotar al contrario, mucho más si es a un nivel alto del juego de las 28 fichas. Yo juego duro. No me gusta perder, y a veces me he desvelado toda la noche posterior a una partida perdida por un error tonto.
Esa pasión debe tenerse en todo. No puede conformarse con ser uno más del montón. Si usted quiere ser un jugador clase A, no debe limitarse a sentarse en una mesa a poner fichas mecánicamente y ser un Chambón más, aspire a ser de la categoría a que llegó mi amigo Nelson Aguiar (Cabeza)”.
Eso es igual para el abogado litigante que asume una defensa que no va a acorde con sus principios, un cirujano en el quirófano, la maestra en una aula de 34 alumnos entre 5 y 8 años, el ministro X o el presidente tal.
Lo que esperaban una segunda parte del cuento del “Caperucito Rojo”, donde ya Rolfy, “El Nata”, “El Modelo”, “Calamardo”, “Nene”, “Chuky”, “C. Nike”, “Rubirosa” y “La Venezolana” no son figuras de primera línea, es más, si salen, se suicidan o los matan muy pocas personas los recordarán dentro de seis meses, y mucho menos para las elecciones. A lo mejor se escriba algo de Víctor H. Gómez, Alberto Rodríguez y “El Cirujano”. ¡Ah!, y también del “Big Papi”. Yo continuaré jugando dominó, siguiendo la otra novela “Odebrech II” y escribiendo “algo más que salud”.