Reportajes Noticias importante Portada

Aumentan asentamientos informales de haitianos

Aumentan asentamientos informales   de haitianos

PUERTO PLATA.- A medida que pasa el tiempo, más haitianos pasan a formar parte de dos asentamientos construidos en igual número de comunidades de aquí por una organización no gubernamental de Canadá, en las que residen miles de esos extranjeros, mucho de ellos ilegales, ligados con una pequeña porción de dominicanos (la mayoría ascendiente de nativos del vecino país).
Se trata de los villorrios Villa Paraíso, localizado en la comunidad Los Algodones, paraje Copey, próximo a La Gran Parada, así como el de Villa Ascensión, ubicado en el lugar conocido como Pancho Mateo, en el municipio de Montellano.
La Fundación Samaritana es la responsable de esos asentamientos, entidad representada a nivel internacional por el canadiense Elio Madonia, quien vino por primera vez al país en 1988 de vacaciones a esta costa norte, acompañado de su esposa Lena.
A pesar de que la inmensa mayoría de los haitianos ubicados en esos lugares está en territorio dominicano de manera irregular, las autoridades estatales permitieron el inicio de sus construcciones, sin que se sepa hayan realizado algún tipo de oposición a esa iniciativa privada o, cuando menos, su interés en regularla.
Datos obtenidos en ambos sitios establecen que la fundación canadiense es representada en la provincia de Puerto Plata por Arismendy Medina, un concejal de Sosúa, quien se dice es uno de los principales enlaces entre la entidad extranjera y las autoridades provinciales y municipales de aquí.
Villa Ascensión fue el primero de esos lugares en ser construido, cuyo levantamiento se inició en el 2001, de acuerdo a datos proporcionados por Humberto Domínguez, presidente de la Junta de Vecinos de la comunidad Caraballo, a la que pertenece el caserío donde residen alrededor de 350 familias.
Se trata de un lugar que, con el paso del tiempo y las inversiones económicas de la fundación, dispone de ciertas facilidades y comodidades, como casas seguras, en tanto que su única calle está construida en cemento.
Empero, ninguna de las viviendas dispone de un adecuado sistema cloacal y mucho menos agua potable, pero aún así está por encima de los sitios aledaños poblados en su mayoría por dominicanos, pero que están a merced del auxilio de las autoridades dominicanas, lo que tarde en llegar.
Una escuela que abarca los primeros grados de enseñanza, un dispensario médico, un parque de diversión para niños y otro de recreación y una cancha deportiva, son parte de las facilidades con las que cuentan los haitianos y dominicanos en ese lugar.
Pero, para poder conseguir algún dinero para comprar alimentos y suplir otras necesidades, sus moradores en gran medida tienen que trasladarse cada día a comunidades vecinas, con la esperanza de que allí los empleen en labores agrícolas y de otra índole, para poder conseguir algunos pesos.
De ahí que Jiménez, el dirigente comunitario, no lo piensa dos veces para afirmar que en Villa Ascensión la vida no es nada fácil, en lo relativo a conseguir trabajos adecuados en un lugar tan inhóspito y alejado de los grandes centros de población.
En ese aspecto, refiere que las cosas no han resultado tan llevaderas como esperaban sus primeros pobladores, fundamentalmente en lo que respecta a conseguir trabajo con cierta facilidad en el área, por lo que algunos haitianos decidieron abandonar el proyecto y buscar mejor suerte en otras latitudes, dejando atrás sus pequeñas casas, las que vendieron, alquilaron o simplemente abandonaron.
Sin embargo, Domínguez considera que el levantamiento de Villa Ascensión ha sido como una especie de bendición para los beneficiarios “porque desde entonces cuentan con techos más seguros y, en sentido general, una vida más llevadera”.
No obstante, admite que el consultorio médico está prácticamente abandonado a su suerte, porque no cuentan con el servicio de galenos, aunque en múltiples ocasiones han solicitado que el Ministerio de Salud Pública designe un equipo humano con capacidad para atender las necesidades de salud de las casi mil personas que conviven allí.
En el aspecto educativo, la Fundación Samaritana se ha ido más allá de dotar la comunidad de un plantel escolar para la enseñanza básica. También le donó un minibús que es utilizado para llevar estudiantes secundarios a otros planteles ubicados en el municipio de Montellano.
Un tramo de la carretera que conduce hasta Villa Ascensión está precariamente asfaltado, no así los kilómetros últimos que llevan directamente al pueblo.
Por las pésimas condiciones suplidores de de productos de bienes y servicios se niegan a transitarla con sus vehículos, situación que margina mucho más a los moradores.
Villa Paraíso
La realidad de este proyecto, levantado en Los Algodones en el 2008, es más o menos similar a lo que se vive en Villa Ascensión, con las mismas limitaciones, lamentos y reclamos de sus moradores.
Para llegar allí es necesario tomar un camino vecinal que nunca ha sido ni medianamente intervenido por el Estado, obligando a recorrer alrededor de dos kilómetros sobre piedras de los más variados tamaños.
La suma de 250 viviendas conforma la aldehuela en referencia, donde además precisan del sistema de energía eléctrica, mientras que todas sus casas precisan de los toques finales en la construcción, especialmente en la parte exterior.
José Luís Martínez, vicepresidente de la Junta de Vecinos e hijo de padres haitianos, recuerda que el caserío fue construido por la Fundación Samaritana para beneficiar a los extranjeros que residían en el lugar conocido como Los Algodones, a poca distancia de donde fueron asentados, donde ocupaban pequeñas casas construidas de yaguas.
Dice que fueron beneficiados con las asignaciones de las humildes viviendas porque ellos pusieron la mano de obra gratuita para las construcciones.
Pero la dificultad para producir dinero allí ha obligado a muchos de ellos a migrar hacia lugares tan distantes como Bávaro y el Distrito Nacional, mientras que otros optaron por marchar hacia la zona urbana de Puerto Plata y los municipios de Sosúa y Cabarete.
Otros, en cambio, se han resignado a mudar a campos aledaños, como Juan de Dina, Yásica, Arroyo Ancho y El Cupey, con el objetivo de producir algún dinero que les permita sobrevivir.
También allí todo lo que hay ha sido auspiciado por la referida fundación: consultorio médico, parques, la escuela y las calles que fueron condicionadas con cemento.
En el centro escolar “Juan Calvino” funcionan ocho cursos en dos tandas de básica, con una matrícula de 160 niños, la inmensa mayoría de origen haitiano y donde reciben clases en español.
Los residentes en ese poblado también esperan la mano amiga del Estado dominicano, para que la vida allí sea mucho más llevadera y digna, aunque con ello beneficie a cientos de ilegales haitianos, por encima de los dominicanos que viven en situaciones similares o peores.

El Nacional

La Voz de Todos