Opinión

¡Ay mi país!

¡Ay mi país!

La subasta pública del voto que se observó frente a los centros de votación el recién pasado 15 de mayo, ante la mirada indiferente de autoridades civiles y policiales, es como para llevarse las manos a la cabeza y expresar la siguiente frase: ¡Ay mi país!

La compra de votos y de cédulas se practica desde hace varios procesos eleccionarios, pero por tratarse de un delito criminal que conlleva penalización, al igual que el consumo y venta de estupefacientes, siempre se hizo con discreción y de forma oculta. Sin embargo, el mercado que se observó con el voto el pasado domingo no tiene precedentes en la historia política dominicana.

Con ese ejemplo se incrementa el asco que sienten muchos dominicanos por la actividad política y la abstención electoral podría ser cada vez mayor si no se toman los correctivos correspondientes para el adecentamiento, lo que luce ser un sueño si observamos que la vulgar compra de votos es ejercida tanto por el oficialismo como por el nuevo y principal partido de oposición.

Ante esa prostitución política, una verdadera vergüenza ante la comunidad internacional, dudo que en los futuros procesos comiciales algún dominicano decente resulte favorecido con el sufragio, porque la compra de votos ya es parte de la cultura electoral dominicana. Y lo escuché decir a muchos electores: “Si no me pagan y me llevan a votar, me quedo acostado”.

“Todo está perdido cuando los malos sirven de ejemplo y los buenos de mofa”, dijo Demócrates. El tigueraje se ha apoderado de la actividad política y la prueba está en que muchos de los candidatos más votados, precisamente son aquellos que más imputaciones de comisión de hechos delictuosos han recibido, inclusive desde su propia organización política.

Concienciar a la población es un deber ético de muchas instituciones, empezando por las iglesias, que no asumen su rol y contrariamente bautizan vagabunderías. Parece ser que, para muchas iglesias, el único problema del país, en el recién concluido certamen comicial, es la homosexualidad y el lesbianismo. De ser así, que empiecen limpiando sus casas. ¡Ay mi país!

El Nacional

Es la voz de los que no tienen voz y representa los intereses de aquellos que aportan y trabajan por edificar una gran nación