En Bosch, el elemento ético siempre se proyectó como eje fundamental en todo el discurrir de su vida. Eso resulta de fácil apreciación no sólo en el uso correcto del lenguaje sino, además, en su manera de pensar, expresarse y escribir; ya sea como político, líder, intelectual, escritor, orador, ensayista, educador, historiador o estadista.
Sin temor a la equivocación, bien podríamos afirmar que la ética en Bosch logró convertirse en una gigantesca mancha indeleble cuya brillantez jamás disminuyó; instrumento vivo que subyace y se prolonga hasta los últimos días de su existencia lúcida.
De hecho, la sensibilidad humana y social que Bosch siempre mostró en cuentos como: La mujer, Todo un hombre, El funeral, La negación, Dos pesos de agua, Los amo, El hombre que lloró, En un bohío, El indio Manuel Sicuri, Luis Pié, El socio, La Nochebuena de Encarnación Mendoza, etc., y en sus novelas: La mañosa y El oro y la paz, tuvo mucho que ver con la moral social y la ética política que más tarde se reflejaría y sería una constante en la vida fructífera de este ilustre ciudadano.
En efecto. La consabida rectitud moral y ética de Juan Bosch lo acercó cada vez más al litoral político. Y en la medida que se aproximaba de modo irreversible a lo político, se alejaba del campo de la literatura. Su rectitud ética, su pragmatismo, su responsabilidad o compromiso social, terminaron empujándolo, por así decirlo, a dejar a un lado su trabajo literario para entonces abrazar la actividad política, a tiempo completo.