Más del agujero negro en el centro de la Vía Láctea: todas las galaxias poseen un agujero negro de tamaño colosal, justo en su centro, que haría las veces de motor gravitatorio que mantiene a las galaxias unidas con sus millones de estrellas. Aparte de unirlas las pone a girar, motivo por el cual el cosmos es un tiovivo, con 400 mil millones de carruseles cósmicos por cada galaxia.
El agujero negro de nuestra galaxia tiene una masa de más de tres millones de veces la masa del sol. Su nombre es Sagitario A. Nuestro sol está sometido a su poder, pero mediante intermediarios, ya que el sol es la séptima estrella satélite de la gran estrella Alcyón, la estrella más brillante de Las Pléyades las cuales, a su vez, son satélite de un sistema mayor, y éste de otro aún más prominente y así sucesivamente.
Todo agujero negro es el resultado de una supernova que luego de explotar se ha comprimido totalmente, aplastada por su propia gravedad.
Sólo se han identificado 73 por todo el universo, lo que equivale a haber contado 73 granitos de arroz de un gran saco repleto de granos.
Para los expertos, los agujeros negros son el pegamento, los remaches que mantienen unido a todo el universo. El nuestro se encuentra a 27,000 años luz de la Tierra. Es un gran ojo ciego muy poderoso, que ha distorsionado su entorno por la influencia de su gravedad.
Si los agujeros negros son invisibles y, por tanto, imposibles de observar, la pregunta sería: ¿Cómo se llega a saber de su existencia? Hay que imaginarse una bola de hierro que no podemos ver, pero que está en medio de una cama suave. Si uno tira bolitas a la cama en dirección a la depresión que forma la bola de hierro invisible, se dirigirán hacia ella formando órbitas diferentes según su tamaño hasta llegar al centro. Así se comportaría el tejido del espacio ante la presencia de un objeto muy masivo como un agujero negro, como algo flexible, maleable y que se curva, convertido en algo irreconocible para nuestra realidad por culpa de ellos.