Si 2009 ha cerrado con un balance apocalíptico, las perspectivas para este 2010 que comienza son tan espantosas y desalentadoras que dan vértigo hasta al más optimista de los mortales.
Frase tan socorrida como esto se jodió traduce la crisis de expectativas que se ha instalado en la población como resultado del protagonismo alcanzado por los escándalos y la ineficacia para combatirlos.
La gente ve complicidades por todas partes. Son muchos los factores que tornan brumosas las perspectivas, entre los que el moral ocupa un lugar de primer orden.
Desde que la dignidad entró en crisis, sepultando principios y valores que habían caracterizado ejercicios como el político, se veía venir la tormenta que tiene la población sumida en la desesperanza, agudizada por el siniestro legado de 2009.
Como se trata de un año electoral todos los recursos serán invertidos en el proceso para procurar ganancias políticas, creando, de ser necesario, paraísos artificiales. Pero a los verdaderos problemas, esos que como el desempleo, la inseguridad y la criminalidad, se les dará de lado. Las jugadas para dividir y debilitar al contrario estarán más a la orden del día.
Con razón muchos piensan que todavía es poco lo que ocurre en una nación castigada por una crisis de dignidad tan alarmante. Con un Gobierno sin contrapeso social ni político, el destino, pese a la chárachara, no puede ser más incierto. El afán de bienestar no se detiene ante ningún obstáculo.
La política, por muchas razones, se ha convertido en una de las más expeditas. Y para quienes no pueden incursionar en ella se ha impuesto la peligrosa avenida del narco. Pero hoy las dos parecen combinarse.
No hay que particularizar porque los hechos están a la vista. Los controles morales y legales hace tiempo que se fueron a pique. Por eso la gente suele confesar con amargura esto se jodió. Ese es el panorama que precede a 2010.