El gobierno del PLD ha instaurado en el país un modelo económico que ha creado dos tipos de sociedades que coexisten en un mismo territorio. Por un lado, está una minoría que se ha nutrido de las ventajas y los privilegios del ejercicio del poder, bajo la más alta impunidad; y por otro lado, el resto del país, que tiene que sobrevivir ante un modelo que se ha agotado.
Unos viven en una burbuja. Otros, la mayoría de los dominicanos, viven en la realidad. El contraste es evidente cuando se observa cómo, por ejemplo, se invierten miles de millones de dólares en obras como el Metro de Santo Domingo (I y II), o en el parqueo más costoso de la isla, como el de la UASD, y, sin embargo, en Katanga, Los Minas, la escuela La Altagracia se cae a pedazos, o que el 10% de los niños que viven por el lago Enriquillo padecen de anemia.
El propio sector industrial reclama un cambio de modelo porque la participación de los sectores productivos en el PIB desciende pronunciadamente. El motor de la economía exige el cambio, porque el modelo actúa en desmedro no solo del sector industrial, sino de la mayoría de los dominicanos.
Mientras tanto, las cifras oficiales hablan de un crecimiento económico que no se compadece con la realidad que vivimos. Solamente la minería, y como consecuencia de cuantiosas inversiones extranjeras, está ofreciendo buenas noticias. Después, todos los sectores que integran la economía están pasando por la actual crisis.
El 20 de mayo está en juego si continuaremos con el mismo modelo del PLD, porque en definitiva quienes están en el gobierno no pueden hablar de cambio, pues representan lo mismo. El cambio de modelo lo representa el PRD, con Hipólito Mejía.