El contrato más oneroso firmado durante la tiranía de casi 32 años del generalísimo Rafael Leónidas Trujillo Molina fue el de la tristemente célebre Alcoa Exploration Company, aunque algunos todavía recuerdan con nostalgia los dos o tres cheles que ella les daba.
Ajusticiado el tirano la noche histórica del 30 de mayo de 1961, la explotadora e insaciable Alcoa siguió depredando el territorio nacional, ahora con el contubernio de los líderes de la mentada (JEBG), los antitrujillistas de nuevo cuño y la siempre infuncional izquierda.
Incluso, la depredadora y devoradora de zonas nativas trajo un refuerzo tras la muerte del déspota: el funesto, procónsul y prepotente Patrick N. Hughson.
Este hombre, más poderoso que los embajadores de los Estados Unidos, tenía en las oficinas centrales de la Alcoa en Santo Domingo y en la Línea un despacho desde el cual hacía y deshacía.
Bueno, el caso es que otro contrato lesivo, monstruoso, criminal, antinacional y satánico fue el que se llevó a cabo durante la gestión maligna de los 12 años del presidente Joaquín Balaguer, conocido ese abusivo e ilegal contrato como el de la Coventry, que supera en maldad el contrato alcoano, por aquello de que hasta por ahí nos golpearon la Alcoa y sus beneficiarios.
El contrato de la Coventry, como el de la Alcoa y otro al que me voy a referir de inmediato, sirve y sirven para ir al Libro Guinness de Records como máximas expresiones, entre otras, del abuso contra países pequeños.
El caso es que hoy tenemos un contrato que supera en abuso al de la Alcoa de Trujillo y al Coventry de Balaguer: el de la Barrick Gold, máxima expresión de la depredación de un país.
Para no cansarles el cuento, este contrato con la Barrick Gold es la expresión más acabada del daño que algo en blanco y negro puede hacerle a una nación pobre o a cualquier nación.
Es algo abusivo, cruel, sádico, negativo hasta el paroxismo, degradante hasta lo máximo y antinacional como si se tratara de un contrato del siglo 19 o una orden del despotismo desenfrenado contra su propio país.
Por cierto, el 95% de los que se oponían al contrato de la Cementera hoy guardan un silencio culpable, raro, sospechoso, complaciente y cómplice, quizás unos porque se han vendido a la Barrick Gold, otros porque se cansaron de protestar y otros porque saben que los dueños de la Cementera son incapaces de hacerles daño, mientras de ciertas empresas extranjeras no se puede decir lo mismo.
El contrato de la Barrick Gold: símbolo de esclavitud siglo 21.