Opinión

Cartas cruzadas

Cartas cruzadas

A propósito del debatido tema salarial, una destacada dirigente empresarial dominicana emitió declaraciones que fueron rebatidas mediante una carta remitida por el Lic. José Luis Taveras, en el lenguaje directo, valiente, profundo y cáustico al que nos tiene acostumbrados en los fabulosos editoriales de la revista Gaceta Judicial, de la cual es su director.

Aun sin ser mencionado, el también empresario Juan Vicini, al parecer molesto por la epístola citada, le respondió al Lic. Taveras, lo cual a su vez originó una réplica y su correspondiente contrarréplica. En adición, el Lic. Francisco Alvarez, en su columna del periódico digital Acento, se incorporó al debate en una defensa de la Señora Ligia Bonetti.

Es cierto que se trata de un episodio para el consumo de minorías, que son las que se detienen en aspectos como estos, que no suelen provocar la atracción del gran público, pero tal característica no lo despoja de sus elementos atractivos por las cosas trascendentes que se expresan en las cartas y que atañen de forma directa al presente y futuro de nuestra nación.

Desde mi perspectiva, el iniciador de este intercambio fue tergiversado con el propósito de eludir aspectos medulares de sus posiciones. Pretender reducir sus consideraciones al ámbito personal de los involucrados es atribuirle a la circunstancia una connotación que la empequeñece, lejos de hacerse resaltar, como debiera ser, la validez y sentido de oportunidad de sus criterios.

En las cartas se dicen cosas de interés que debieran ser puntos de agenda en talleres de reflexión con el ánimo de arribar a conclusiones que se traduzcan en beneficios colectivos para una república tan necesitada de profundos cambios.

El Lic. Taveras utiliza solo como símbolo el nombre de la empresaria destinataria de su comunicación, al cual recurre para abordar problemáticas que trascienden una persona e incluso la clase social que representa, para advertir los riesgos inminentes a los cuales está expuesto el país de continuar los senderos que transita.

La reacción empresarial y sus acólitos, tocan aspectos valiosos, pero rehúsan lo esencial, que atañe a su responsabilidad por apostar a una mayor tajada dentro del caos institucional, en vez de dedicarse a contribuir con un entorno de reglas claras, de aplicación generalizada y auténtica competencia.

Nadie ha dicho que se pueda estar exento de padecer las consecuencias del desastre al que estamos abocados, pero es innegable que, en términos materiales, algunos tienen bastante más que perder.

El Nacional

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