La Justicia
Señor director:
La justicia dominicana pocas veces ha podido levantar la bandera de la institucionalidad, la equidad, el respeto a los derechos individuales o colectivos y ser un agente de imparcialidad e independencia.
Muchos hablan hoy de los males de la justicia, y plantean que está carcomida, moribunda, agonizante y al borde del precipicio. Esto es cierto, pero esos son males que por años han golpeado a la aplicación de las leyes en la República Dominicana.
La mayor parte del ejercicio judicial ha estado sometido a los designios de los gobiernos de turno, de los intereses políticos y del temor y la cobardía de los jueces. Bueno es destacar que ayer y hoy, la mayoría de los jueces son serios y responsables, y que una minúscula parte es la que vive de la corruptela.
Pero sin duda siempre, en cualquier actividad de la vida, la minoría insolente y violadora es la que consigue la principalía en los medios de comunicación con sus travesuras, y la gran mayoría que constituyen los jueces honrados, tiene que sufrir los bochornos.
Hay que reconocer que ahora mismo la justicia tiene muchas sombras y tiene que ser saneada de inmediato. El pueblo está perdiendo la fe en este poder del Estado. Males que se arrastran desde hace años, pero es ahora cuando muchos ven que hacen agua, y hay que aplicar los remiendos.
Hay casos pendientes de jueces que son acusados de cometer delitos en el ejercicio de sus funciones, y los mismos deben ser investigados a fondo, y los posibles responsables sometidos a un juicio público y contradictorio. Hay que evitar las condenas de opinión pública, porque siempre dan pie a injusticias.
Para comenzar a tener un fuerte sistema judicial se hace necesario que no se llegue a los cargos como parte del cumplimiento de cuotas entre los partidos políticos. Debe terminar la influencia de grupos económicos en torno a los magistrados y sobre todo se debe rescatar el sacerdocio de ser parte del equilibrio social.
Mucho se ha avanzado y se ha adecentado el sector judicial. Recuerdo unos 20 años atrás donde las sentencias de muchos jueces estaban escritas por abogados que eran representantes legales de acusados. Hasta se llegó a designar militares como jueces.
Hay que sacar de la judicatura a cualquier juez que sea corrupto, pero no debe haber sanción de opinión pública. Todo caso tiene que ser tratado con detenimiento, imparcialidad y sobre todo presumir la inocencia hasta que se de un juicio oral, público y contradictorio y haya un fallo final.
Atentamente,
Manuel Hernández Villeta