Opinión

Cartas de los lectores

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Alerta a la conciencia
La sensatez y las leyes aconsejan someter al delincuente a la justicia. ¿Cuál justicia? Esa Policía Nacional que tenemos, es la que más ha denunciado la impunidad judicial. Es ella la que por más prueba que presente nunca son “suficientes ni reales”. Esa justicia que para lo que le conviene vive en el limbo, a espalda de la realidad, y amarrada, las más de las veces, a la íntima convicción, a los tecnicismos legales, y sabrá Dios a cuántas cosas más, se convierte, consciente o no, en negadora de justicia. Hay demasiado recursos a los que se puede acudir (quien pueda) para evadir la justicia. Recuérdese que por medio de estos recursos y tecnicismos legales, John Pércibal, en 2011 salió descargado por insuficiencia de pruebas en el asunto relacionado al robo de un avión.

Como opera la justicia en los casos de delincuentes revestido de apoyos disimulados, pero evidentes, no es para confiar en ella, por lo que con Pércibal iba a ocurrir lo de siempre: las pruebas nunca hubieran sido suficientes, el expediente mal instrumentado, problemas de salud, y reenvíos y más reenvíos por cualquier causa real o fabricada, y al final una libertad condicional con garantía económica, y ahí quedaría todo diluido, mientras las víctimas seguirían más que revictimizadas y burladas en su afán de que se haga justicia.

Esa es la modernidad que vivimos donde los delincuentes despiertan compasión, mientras sus víctimas quedan muy desconsideradas. Sin embargo, pese a eso, aunque los delincuentes actúan conscientes y deliberadamente contra la acorralada sociedad, no podemos aprobar la ejecución de ninguna persona por parte de la Policía Nacional, pues la institución es la que debe ceñirse a las normas establecidas, pero sabemos que, lamentablemente, algunas ejecuciones parecen, muy forzosas o fuera de control.

Pércibal no era un delincuente barrial, un realengo, más bien era de abolengo: blanco, bien parecido, joven, intrépido y decidido, y como si fuera poco, hijo de un exgeneral, abogado, piloto, escritor, y bien armado teóricamente para defender y hasta justificar, como lo hizo, el vandalismo, de su vástago. Todas estas ventajas que poseía John, enardecían su liderazgo delincuencial.

Parece que este liderazgo seduce a ciertas personas que aunque aparentan tener luces, proyectan sombra y confusión a la sociedad, y contradicen las aspiraciones colectivas de tener un país decente.

Atentamente,

Melania Rondón

El Nacional

La Voz de Todos