No es indispensable ser marxista para entender que el motor del cambio y la base de toda estructura social no son las voluntades individuales, ni las ideas unipersonales, ni la divinidad, sino las necesidades materiales e intereses económicos de los distintos grupos sociales.
Carl Marx se enfrentó al materialismo teórico de Feuerbach y al idealismo de Hegel, significando que para entender al hombre y su historia, es necesario el estudio de las condiciones económicas y sociales en las que vive.
La crisis del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), es una expresión de las luchas de esos intereses materiales y de la preeminencia política de los grupos económicos que medran fuera y dentro de esa entidad.
Por un lado, el de los mega-constructores de obras del Estado (PRSC-PLD), expandido a otras áreas de la economía, y del cual es parte Guaroa Liranzo, Diandino Peña, Felix Bautista y Miguel Vargas, entre otros, liderado por Leonel Fernández desde 1996.
Por el otro, grupos dispersos y tradicionales en el PRD, cada uno con sus mentores, bajo la sombrilla protectora de Hipólito Mejía desde el año 2000.
El grupo económico de Fernández controla al PLD, los poderes Legislativo y Judicial. Y el Ejecutivo lo comparte con Danilo Medina desde el pasado 16 de agosto, condicionado con los dos primeros y por vínculos corporativos.
Los mega-constructores situaron y mantienen contra viento y marea a Vargas en la presidencia del PRD, controlando así toda la partidocracia y entes satélites.
Ese es el poder que da beligerancia a Vargas, pese a representar una minoría en el PRD; el mismo que blinda a Fernández y su poderoso grupo contra las demandas de justicia por la mega corrupción durante sus tres períodos de gobierno.