SANTIAGO. En esta ciudad y toda la región del Cibao anoche se produjo una explosión de alegría, que derivó en una celebración colectiva, cuando la selección dominicana logró registrar el out 27 frente a la novena representativa de Puerto Rico, adjudicándose así el título de campeón mundial de béisbol, en la tercera versión de clásico que reunió a equipos representativos de los cinco continentes.
En esta zona del país, cuyos seguidores de la pelota son mayormente fanáticos de las Águilas Cibaeñas, la algarabía callejera fue tan impactante que daba la sensación de que se celebraba un título obtenido por el colectivo que en los torneos nacionales representa a esta ciudad.
Miles de personas se lanzaron a las calles, avenidas, carreteras y caminos vecinales a celebrar la proeza lograda por el combinado quisqueyano, no solo de ganar el certamen, sino de hacerlo de manera invicta, lo que ocurre por primera vez.
En esa selección los fanáticos aguiluchos se sintieron representados porque siete de los protagonistas (comenzando por el dirigente Tony Peña) pertenecen al conjunto anaranjado.
Los demás son los lanzadores Lorenzo Barceló, Samuel Deduno, Wandy Rodríguez y Ángel Castro; el rector Francisco Peña y los jugadores del cuadro Edwin Encarnación y Miguel Tejada.
Con cinco entradas sin permitir carreras por parte de Deduno y el remolque de dos vueltas en el primer capítulo con un doble disparado por Encarnación, esos dos miembros de las Águilas se convirtieron en piezas claves en el partido de anoche.
El juego fue seguido por miles de fanáticos en el estadio Cibao vía transmisión por pantalla gigante y la mayoría de ellos improvisó una gigantesca caravana que recorrió los sectores periféricos al parque de pelota, concluyendo en el Monumento a los Héroes de la Restauración, donde coincidieron con otro mar humano que se desprendió desde los más apartados barrios y urbanizaciones de la ciudad.
La celebración se extendió hasta cerca de las 2:00 de esta madrugada, donde el bullicio generado por la música y el arrastre de objetos de metal confirió a la actividad el sonido natural que provoca una euforia colectiva.