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Choque de culturas

Choque de culturas

Lo que la gente más ignora es lo que casi siempre más comenta y defiende. Si estudiáramos a fondo las culturas aborígenes de este continente, nos encontraríamos con tremendos paralelismos con la cultura egipcia y de casi todo el Medio Oriente.

Con las teorías budistas, con los vedas del brahmanismo hindú, con otros libros de profunda sabiduría y espiritualidad, que occidente no conoce y por lo tanto no los valora.

Tenían conocimientos de astronomía, muchos más avanzados que los europeos y en el caso de los mayas, estos tenían el calendario más exacto que haya existido.

Lo que sucedió fue que para esa época se desarrollaba el imperialismo expansionista en Europa al ritmo de lo que había sido el predominio de los reinos teocráticos, de los cuales se había sacudido toda Europa menos España y Portugal que seguían gobernados por Reyes Católicos, apegados a la más oscura tradición y a la Inquisición. Y como ironía del destino estos dos países fueron los primeros en lanzarse al océano para beneficiar a aquellos que optaron por el sistema capitalista mercantilista. Entre ambos globalizaron por primera vez el comercio y acercaron a los habitantes del planeta y los obligaron a compartir destinos e intereses conjuntos. Solo que aplicaron la ley del más fuerte.

Los aborígenes mal llamados “indios” por los europeos (haciendo coro al cuento de C. Colón de que había llegado a la India, para conseguir que la reina Isabel continuara financiando sus aventuras marítimas) fueron y siguen siendo, estos aborígenes, los mejores protectores de los recursos naturales del planeta Tierra a la que llaman “Madre Tierra”. Es por ellos que se han conservado las grandes sabanas y las selvas tropicales que hoy constituyen un pulmón para la humanidad y un hábitat adecuado para una serie de especies animales y vegetales, hoy tan disminuidas por aquellos que creyeron que lo sabían todo y que lo que decía “su religión” era la única verdad que existía.

Y ahora el capitalismo salvaje quiere destruir lo poco que queda de ellas (Bolsonaro en Brasil), pues para ellos es más importante acumular riquezas que preservar las especies y al planeta. No sé qué piensan hacer con tanto dinero, sin agua ni comida, quizás puedan hacer emparedados con esas papeletas, para sus meriendas.

Ahora están los científicos (arqueólogos, etnólogos, antropólogos, físicos y químicos, entre otros), asombrados de los descubrimientos que están haciendo de la gran sabiduría de esos “indios”, que construían pirámides, templos , palacios, obeliscos y otros monumentos arquitectónicos, los cuales responden a la proyección de la luz, al paso de determinado astro o planeta en determinada época del año, y como se hayan encontrado con unos conocimientos y una tecnología tan avanzada, han pretendido meternos la idea de que fueron hechos por extraterrestres.

Pues siempre están pensando que somos personas a las cuales les han castrado el cerebro. Entonces la gente, el común de la gente y muchos autotildados intelectuales han asimilado la peregrina idea que les inculcaron los fanáticos católicos españoles y portugueses e ingleses de que estos pobladores eran salvajes, y que no tenían alma racional. !Qué bárbaros! creen todo lo que dicen aquellos sin ponerse a analizar y a estudiar quiénes eran estos.

¿Qué era lo que estos pobladores no tenían? Sencillamente no eran ambiciosos, no eran destructivos, creían en las leyes cósmicas universales descubiertas por los grandes filósofos que no tuvimos tiempo de saber cuáles eran, porque el exterminio brutal que tuvo como consecuencia la sed de oro y piedras preciosas, aniquiló a millones y millones de personas, solo porque no tenían la misma religión, lengua, cultura e idiosincrasia que ellos, ni habían desarrollado armas de destrucción masiva. Arrasaron con una cultura más avanzada que la de los europeos, y estos de aquí sí tenían ética, moral y cultura de sobra.

Gente como esta de la foto que se hacía su propia ropa y vestía así, ¿era salvaje? Por eso no creo en los famosos evangelizadores y civilizadores que nos han querido meter entre ceja y ceja. Esta era gente pacífica y altamente civilizada, bien educada y que estaba conectada con el cosmos, entiéndase con todo el universo y naturaleza. Sabían que ahí estaba el verdadero Dios y no en las falsedades que les inculcaron los europeos cuyo “único dios era el oro”, y así hasta el día de hoy. Solo acumulan oro, sin importar cuántos caigan.

Todavía hay unos personajes que se dicen historiadores que dicen que la conquista “fue un mal necesario” y otros con algunos rasgos de estupidez y retraso mental siguen repitiendo esa iniquidad.

Pienso que debían visitar las ruinas de aquellas ciudades que una vez fueron habitadas por gente pacífica, hospitalaria, espiritualmente elevadas, que vivían en comunión eterna con Dios. Las prendas de oro, con perlas y otras piedras preciosas estaban asociadas a su cultor y rituales religiosos y fueron la envidia de los orfebres europeos.

También deberían visitar en Norteamérica las llamados Reservaciones adonde mantienen prisioneros a los sobrevivientes que por mantener su tradición no se asimilan a la cultura capitalista consumista, o visitar desde México hasta la Tierra de Fuego para que vean cómo viven los sobrevivientes, en un mundo marginal y excluyente creado por los conquistadores a nombre de un dios cruel, rencoroso, vengativo, sádico y concupiscente hecho a imagen y semejanza de los conquistadores, al cual presentaban como el verdadero.

En su megalomanía, destruyeron todos los monumentos aborígenes, todos sus templos y pirámides y sobre ellos levantaron las trasplantadas creencias europeas, tan ajenas a la idiosincrasia y cultura general de estos pueblos.

Hoy vemos con nostalgia aquellas ciudades o sus ruinas, como Tenochtitlan, Uxmal, Oaxatun, Petén, Chichen, Itzá, Cuzco, Calakmul, Palenque, Tikal, Tumbes, Machu Pichu y decenas y más decenas de poblaciones aborígenes que nada tenían que envidiar a los europeos, sino por el contrario.

El Nacional

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