Es difícil saber si la historia que narra Magin Call sucedió tal como lo plantea el film. Lo curioso es que la posibilidad existe, puesto que la película está basada en el estrepitoso desplome de Wall Street y el mercado inmobiliario en el año 2008, pero todo esto se deja a la libre interpretación de cada quien.
El film no es un documental ni tampoco un relato fiel de esos acontecimientos. Lo que importa aquí es el de algún modo inusual e interesante punto de arranque. Un equipo de ejecutivas, ¿implica esto un metamensaje por el hecho de que todas son mujeres? aparentemente expertas en manejo de crisis, arriban poco después del inicio de la jornada laboral, a una unidad o departamento de un importante banco de inversión en Wall Street.
¿La misión? Liquidar ipso facto a más de la tres cuarta parte del personal, incluyendo al director operativo del mismo (Stanley Tucci). Se trata de una expulsión sumaria de una compañía a la que han dedicado años de labor, pero a estos empleados apenas le conceden minutos para recoger sus pertenencias y largarse de allí. Ni siquiera pueden volver a tocar la computadora en la que antes estaban trabajando, fuera en algo de vital importancia o no.
La película, narrada desde un punto de vista moral, deja bien claro aunque en ningún momento identifica la empresa de la que se trata, cuales son las reglas del juego. Es por eso que a continuación el principal ejecutivo del área, Sam Rogers (Kevin Spacey), proclama orondo que aquella metodología de limpieza laboral es lo que ha permitido a la empresa mantenerse a la vanguardia durante mucho tiempo.
Pero la hecatombe que se avecinaba, fruto de la falta de regulación y la avaricia incontrolable de gente como esta, era de tal magnitud que no siquiera ellos, los primeros en advertir el derrumbe de la burbuja financiera, podían hacer algo distinto a lo que hicieron para detenerla.
¿Y que fue lo que hicieron? Seguir especulando y estafando, pero esta vez con pleno conocimiento de causa.