The Revenant: ¿Lo visual o lo narrativo? –
Aunque no es perfecta, su duración es excesiva, por ejemplo, y el sentido poético al que a veces apela el director Alejandro González Iñárritu se siente a ratos muy elaborado o innecesario; esta crónica de sobrevivencia, traición y venganza se erige majestuosa como notable obra cinematográfica.
En 1823, HughGlass (Leonardo DiCaprio), un montañés cazador de pieles y guía expedicionario se embarcó en una travesía, a lo largo del rio Missouri, compuesta por unos 40 hombres, entre ellos su hijo mitad indígena, a quien trataba de enseñar el oficio.
Sin embargo, no solo las extremas condiciones climáticas, encontrándose a más de 300 kilómetros de distancia de su campamento, y la vastedad del bosque se interpusieron en su camino; también el destino o la tragedia jugaron sus roles, una y otra vez en aquella odisea imposible.
La historia, inspirada en hechos reales, pero probablemente con más ficción que realidad, es sencilla, lineal y no tiene toda la coherencia que requiere, lo cual queda en evidencia cuando en el tramo final es acomodada a los intereses del director para los fines de conseguir un particular efecto y cierre de la misma.
Por lo tanto, la resolución del film que es en cierta forma un western, uno deja de tener un sentido un tanto arbitrario y ambivalente, puesto que entra en contradicción con el leitmotiv y la razón que en última instancia mantuvo al personaje central luchando, como fiera acorralada, por su supervivencia.
Ahora bien, lo que si queda claro en este film es la contundencia e innegable impacto de su textura visual. La secuencia con la que inicia la película, por ejemplo, es un prodigio técnico. Allí en medio de un campo de batalla, el espectador no es un ente pasivo, la emoción y excitación que siente es ganada a pulso.
De hecho, TheRevenant sobresale no por su historia que es más bien menor, pero si por la fuerza y sugestión de su concepto visual.
Por ello, el uso que el director Iñárritu hace del lenguaje cinematográfico, con la ayuda de Emmanuel Lubezki, por supuesto, -nótese la fascinante atención a la naturaleza circundante– y en el cual deben incluirse no sólo la sobria y potente música, sino además los silencios; es sencillamente imponente.