Shutter Island, de Scorsese

Indudablemente, asistir al visionado de una película de Martin Scorsese es un deleite para los sentidos. El es uno de los pocos genuinos maestros del cine que aún siguen ejerciendo. Por ello, cualquier producción cinematográfica rubricada con su nombre despierta las más variadas expectativas.

Esto, por supuesto, es un arma de doble filo que a veces funciona bien, en beneficio del renombrado director, y en otras no tanto.

Shutter Island no es el tipo de película que abrirá las puertas del Olimpo a Scorsese. Tampoco se reduce al tipo de historias necias e hiperbólicas que comúnmente inundan la cartelera. Se mueve entre dos aguas, muy a pesar del propio interés del director de Gangas de Nueva York.

Por cierto, este no es el Scorsese al que hemos estado acostumbrados. Aquí lo que predomina es la intriga, el suspenso y el terror psicológico. La historia es una adaptación de la novela homónima de Dennis Lehane, y se desarrolla en una isla solitaria, en las costas de Massachusetts. Allí funciona un hospital/cárcel de carácter psiquiátrico, y en él son recluidas los más desquiciadas y perturbadas mentes criminales.

Dos detectives o US Marshalls (Leonardo DiCaprio y Mark Ruffalo) llegan a la isla con la finalidad de investigar la desaparición de una paciente, acusada a su vez de múltiples crímenes. Eso es lo que parece, en principio, pero aquí lo que parece ser en realidad no existe, y lo que vemos puede ser más bien el fruto de una febril paranoia.

Técnica y visualmente, la realización de Shutter Island no tiene desperdicios, aunque a veces la banda sonora puede resultar excesiva. Pero en general, en este campo la película se revela como la obra magistral de un artista. También son notables por su realismo y autenticidad las actuaciones de DiCaprio tal vez la mejor de su carreraJackie Earl Harley y Max Von Sydow.

Donde el film falla y torna inconsistente es en su guión; y esto nada tiene que ver con sus múltiples referencias a clásicos del cine. Los constantes giros en la narración son los que terminan por desarticular el impacto emocional con el que estaba supuesto a concluir, tornándose en cambio previsible y un tanto convencional. Aun así, la película absorbe, cautiva y a nadie deja indiferente. Inquietante y terriblemente alucinante, Shutter Island es como un juego o pesadilla enfermiza de la que no podemos despertar.