La segunda incursión de The Expendables 2 no aporta nada nuevo en ningún sentido, que no hayamos visto en el capítulo anterior o en docenas y docenas de films de los años 80, de la década anterior o posterior a ella.
Sin embargo, no puede decirse que la película sea decepcionante. ¿Cómo puede decepcionar una secuela de un film mediocre que simplemente sorprendió a la audiencia con la guardia baja? Y por otro lado, estos tipos juegan duro y saben muy bien a lo que van. Esta pudiera ser la última oportunidad para algunos de ellos, de un rol estelar aunque pequeño, así que, ¿por qué no tirarlo todo por la borda?
The Expendables 2 existe por dos razones básicas: primero como una consecuencia directa del éxito económico de la anterior, y segundo, como un mero pretexto para montar, en plan nostálgico si se quiere, una serie de explosivas y ruidosas secuencias de acción, en especial el match final entre los otrora íconos del genero Sylvester Stallone y Jean Claude Van Damme.
Y ellos no son los únicos. Tal como sucedió en el film anterior, por la película desfilan también, entre otros, Arnold Schwarzenegger, Dolph Lundgren, Jason Statham, Jet Li y Bruce Wills. Ah, y para completar el cuadro retro, Chuck Norris hace una breve aparición en un intento por parodiar su lobo solitario John Booker, de finales de los años setenta.
La acción esta vez se ha triplicado, y aunque por un lado resulta más fluida y mejor montada que en el capitulo anterior, gracias a la pericia del director Simon West; por otro, es tan gratuita y grandilocuente que a nadie emociona.
De la trama no vale ni la pena molestarse, puesto que, ¿qué otra cosa puede ofrecer un grupo de mercenarios que no sea un caótico y ultra violento pandemonio, saturado de muertos, persecuciones y destrucción?
Aunque el director West no es precisamente un advenedizo (Con Air), uno no puede dejar de preguntarse si todo este alarde pirotécnico es tan descaradamente burdo, falso y abstracto fruto de un despropósito o si por el contrario toda esta insultante banalidad ha sido fría y sabiamente calculada. ¿Usted que cree?
Por fortuna, una buena dosis de humor aunque referencial y recíproco, al menos aligera la pena.

