En su columna del sábado 27 en este diario, el expresidente de la Dirección Nacional de Control de Drogas (DNCD), Rafael Ramírez Ferreira, no sólo hace una crítica mordaz sobre lo que define totalitarismo mediático, con detalles comprometedores, sino una denuncia que, por su dimensión, debe aclararse.
La doble moral que atribuye a figuras del medio puede ser harina de otro costal, pero no así los privilegios de que disfrutarían con cargo al Estado.
Dice que comentaristas y productores, a quienes define como magnates, disponen como guardaespaldas para su seguridad personal y la de la familia de centinelas militares, incluyendo oficiales superiores, con armas largas.
De ser cierta la denuncia merece que se aclare. Y máxime cuando se tiene entendido que en el país hay plena garantía y seguridad para el ejercicio de la libertad de expresión y difusión del pensamiento. Y si existe alguna sombra consiste en la censura o autocensura. Como expresidente de la DNCD y oficial que ocupó otras importantes posiciones en las Fuerzas Armadas es obvio que Ramírez Ferreira habla con conocimiento de causa. Y no es que se la juegue.