La crisis del PRD ha tocado suelo, no podría ser peor, por tanto lo que queda es recoger los escombros de esas históricas siglas e intentar reconstruirlas, labor que la historia le asignaría a auténticos perredeístas que moran en ambas trincheras. Son muchos los ejemplos de instituciones partidarias en América y el mundo que han logrado recomponerse después de devastadores cismas internos, por lo que en el partido blanco no sería esa tarea imposible, si se toma en cuenta que el ciclón no ha sido tan destructivo. Para recomponer al PRD y rescatar su unidad interna se requiere que mansos y cimarrones actúen con cabeza fría, aunque ardan sus corazones.
Las querellas personales o de naturaleza grupal son expresiones de atraso político o de excesivas ambiciones, por lo que esos prejuicios deberían ser excluidos en una posible mesa de negociación. A los dirigentes y líderes hoy confrontados deberían saber que la militancia perredeístas podría excluirlos pura y simplemente y procurar que gente con más racionalidad pastoree el rebaño.