La muerte de una puñalada de un empleado del ex jefe de la Policía, Pedro de Jesús Candelier Tejada, es un crimen desafiante. Pese al desborde de la criminalidad y la delincuencia, es insoslayable que Agustín Ulloa Reyes, de 48 años de edad, era una persona de la absoluta confianza de Candelier, con quien llevaba más de 30 años trabajando. Como si se tratara de una emboscada, Ulloa Reyes fue ultimado de una estocada en el pecho apenas salió de la residencia del ex jefe de la Policía en el residencial Alameda. El perturbador crimen tiene que aclararse a la mayor brevedad. Se trata del reto que tiene el jefe de la Policía, mayor general José Polanco Gómez, sobre todo por las suspicacias que suelen generar sucesos con tales características. Más que como un empleo, Candelier definió a Ulloa Reyes como un familiar y un hombre humilde y bueno que jamás causó ningún problema y que se llevaba bien con todos. Es verdad que la criminalidad no discrimina y que no hay seguridad en parte, pero tratándose de un suceso relacionado de alguna forma con el ex jefe de la Policía es obvio que adquiere otra connotación. Es una de las razones para que se aclare.