Página Dos

Cójanlo

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Los dos muertos durante una balacera el lunes en la noche en Cristo Rey y el feminicidio de ayer  en San Francisco de Macorís  ratifican la alarmante ola de violencia que en todas sus expresiones sacude  el país.

A causa de la criminalidad varios oficiales de la Policía y las Fuerzas Armadas han caído en atentados, en tanto se multiplican los intercambios de disparos que dejan cada día más víctimas.

Los feminicidios, que de un tiempo a esta parte se han convertido en una epidemia, no han cesado en 2013. Arisleyda Díaz Burgos, de 25 años, muerta de seis puñaladas por su expareja, se acaba de convertir en la última víctima de la luctuosa galería.  La magnitud alcanzada por los feminicidios y la violencia callejera constituye un llamado de alerta que las autoridades tienen que atender.  

Los múltiples crímenes que se han registrado estos días son para que se revise la estrategia para garantizar la seguridad ciudadana y el orden público. Los  intercambios de disparos, algunos muy cuestionados por la opinión pública, no pueden ser la única respuesta frente a una delincuencia que no da tregua ni teme al patrullaje militar. Se está ante un fenómeno social.

El Nacional

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