La pesada carga para el Estado de entelequias es otra razón para que el Congreso pondere la aprobación de la Ley de Partidos y Agrupaciones Políticas. No puede ser que en los últimos 20 años muchos de esos grupos que por conveniencia se denominan emergentes no hayan concurrido a unas elecciones con candidatos propios. Lo que siempre han hecho es moverse de un litoral político a otro, para colmo sin guardar siquiera las apariencias. A esos partidos en algunos países se les llama vientres de alquiler, porque como en las subastas suelen decidirse por quien les dé más. Pero también hay que reconocer a los que tratan de marcar la diferencia, como Dominicanos por el Cambio, de Eduardo Estrella; Alianza por la Democracia, de Max Puig; Alianza País, de Guillermo Moreno, y el Frente Amplio, que postula a Julián Serulle. El gran grueso de las entelequias son sólo mediáticas y sus actividades suelen estar marcadas por las funciones públicas de sus dirigentes. El carácter de la partidocracia debe erigirse en otra buena razón de peso para los legisladores sancionar de una vez y por todas una ley que regule los partidos políticos. Se hace necesario.