Editorial

Comparonería

Comparonería

Nada se descubre al afirmar que  el tránsito en  el gran Santo Domingo es un mayúsculo caos donde impera la ley de la selva, pero resulta válido  afirmar que el desorden se torna mayor cuando motorizados de la Autoridad Metropolitana del Transporte (Amet) detienen abruptamente la circulación de vehículos para dar paso a funcionarios públicos o  ciudadanos  con irritantes privilegios, incluídos empresarios y periodistas.

La ley identifica con claridad los funcionarios públicos que están autorizados a usar  franqueadores,  pero inexplicablemente cualquier servidor de quinta categoría anda calle arriba y calle abajo  escoltado por  agentes de Amet en  motocicletas de alto cilindraje que   apartan  vehículos de las avenidas como si fueran moscas.

Esos motorizados detienen la circulación vial en las más congestionadas  intercepciones  del gran Santo Domingo  para despejar el paso  de nuevos reyes, sin que  se pruebe  la concurrencia de alguna urgencia o  asunto de seguridad.

 No son pocos los accidentes de tránsito que ocasionan esos alocados jinetes en su  afán por  despejar  avenidas y autopistas para que yipetas y carros pescuezo largo transiten por la ciudad con la tranquilidad  de un Viernes Santo.

Trastornar de manera inesperada  intercepciones de gran flujo de vehículos se ha convertido en una de las causas principales del caos mayor en el tránsito,  por lo que se requiere poner  coto a tan irritante práctica.

Algunos ministros, funcionarios de menor jerarquía, periodistas y empresarios disponen de  tantos o más franqueadores que el propio Presidente de la República, en escenas callejeras pendulares entre la irritación y el ridículo.

No se niega razón ni derecho a  funcionarios  del Estado que por la naturaleza de sus funciones requieran de ese tipo de servicio, pero no  resulta gracioso que cualquier saltapatrás se desplace por la vía pública con tantos franqueadores motorizados como si fuera  algún jeque árabe.

El orden del tránsito debería empezar por  conjurar esa comparonería.

El Nacional

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