Marino Martínez
mmartinez@elnuevoherald.com
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Estamos en contra del uso de los esteroides en los deportes. Creemos que los peloteros que lo consuman deben ser sancionados y en casos de repetición ser suspendidos de por vida. Pero no estamos de acuerdo en que los periodistas con derecho al voto para Cooperstown castiguen a los peloteros que cometieron dichos errores en una etapa del deporte donde los esteroides no estaban sancionados.
Existen seis puntos que queremos mencionar sobre el controversial tema de los peloteros que están siendo rechazados por el uso o sospecha de esteroides.
Primero: Los esteroides no estaban prohibidos cuando algunos de estos jugadores lo utilizaron. Por lo cual, no infringieron leyes, más bien hicieron lo que las propias autoridades deportivas permitían hacer.
Segundo: La MLB estaba consciente de lo que sucedía alrededor de los esteroides y jamás mencionó nada hasta que la bomba explotó por medio de individuos sin escrúpulos en busca del dinero y la fama.
¿Cómo iban a decirlo cuando el espectáculo de jonrones entre Sammy Sosa (66) y Mark McGwire (70) en 1998 convenía económicamente a la MLB.
Si se van a castigar a los peloteros que utilizaron esteroides cuando no eran sancionados, entonces se debería castigar al propio comisionado que siendo el encargado de velar por los mejores intereses éticos de este deporte viró la espalda a sus deberes y se convirtió en cómplice del supuesto pecado. Pero el comisionado es casi intocable al ser afín a los intereses de la mayoría de los propietarios de equipos.
Tercero: La situación lo sabía el Sindicato de Jugadores, pero también querían los jonrones.
Cuarto: Los entrenadores de bateo lo conocían, pero no les interesaba pues al conectar más jonrones sus pupilos, ellos podían solicitar más dinero y ser más cotizados como instructores en la MLB.
Quinto: El uso de esteroides lo conocían muchos mánagers, dirigentes y dueños de equipos.
Sexto: Un gran número de periodistas que han castigado a Palmeiro y González, y que volverán a castigar en esta ocasión a Bonds y McGwire, también conocían del problema al estar muy cerca de los peloteros en los juegos y clubhouses.
¿Qué hicieron? Se callaron y no cumplieron con el deber de informar a los lectores. ¿Cuántos periodistas lo hicieron? Ahora, muchos de ellos que no tuvieron el coraje de decir lo que sucedía, son los que castigan con juicios morales a peloteros que escribieron historia en el deporte de Babe Ruth y Joe DiMaggio.
En medio de tanta falsedad surgen otras preguntas: ¿Por qué castigar a peloteros que utilizaron métodos incorrectos, pero que estaban tolerados? ¿Dónde está la famosa lista de 103 peloteros que dieron positivo? Luce enterrada, al parecer porque no conviene mencionar algunos de sus nombres.
¿Por qué no se señalan a todos los que conocían del problema y se callaron? La complicidad también es un delito y los hace culpables.
A mi juicio, se debería eliminar las barreras por sospechas o por usar sustancias que no estaban sancionadas en el momento en que actuaron los jugadores.
Figuras como Bonds, Palmeiro, McGwire, Sosa y González están ubicados entre los mejores bateadores de todos los tiempos, con o sin esteroides. Ellos merecen estar en Cooperstown.
Lo mismo podemos decir sobre la mayoría de los miembros del Comité de Veteranos que año tras año han olvidado a legítimas leyendas del béisbol latinoamericano como los cubanos Tony Oliva, Luis Tiant y Orestes Miñoso.
Lo hemos dicho en otras ocasiones y hoy lo repetimos: el sistema de votación para elegir a los peloteros al Salón de la Fama tiene errores.
Sería aconsejable que los periodistas que no están comprometidos con tanta hipocresía levanten sus voces para exigir una postura diferente con los peloteros que hicieron lo que se permitía y a los restantes que actuaron en otras etapas de la historia.
Es necesario una modificación en el sistema de votación para entrar al Salón de la Fama. De lo contrario, Cooperstown seguirá siendo un pabellón imperfecto donde se violan los preceptos que guiaron su creación: Preservar la historia, honrar la excelencia y unir generaciones.