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Así como se producen cambios biológicos a nivel del tubo digestivo luego de alimentarnos, hay cambios en el cerebro en los llamados centro del apetito y centro de la saciedad, los carbohidratos o azúcares y las dietas altas en grasas desencadenan cambios en la neurotransmisión cerebral que terminan estimulando el apetito.
Estudios epidemiológicos han revelado que las dietas altas en azúcares o carbohidratos pueden aumentar los triglicéridos en la sangre especialmente las llamadas VLDL (Very Low Density Lipoproteins) y reducen el colesterol bueno o HDL que en cierto modo protege el cuerpo.
Estos cambios internos de los triglicéridos se han asociado con procesos de hipertensión arterial e inflamación en las paredes arteriales médicamente conocido como stress oxidativo, amén de que múltiples investigaciones asocian directamente el consumo de azúcares con el aumento progresivo de peso y el desarrollo del llamado Síndrome Metabólico que no es más que la presencia de sobrepeso, hipertensión arterial, aumento de los triglicéridos, reducción del colesterol bueno o HDL y presencia o no de diabetes o intolerancia a los carbohidratos.
En el lenguaje médico, los azúcares o monosacáridos son la glucosa, galactosa y fructosa. Esta última se encuentra en las frutas, vegetales y granos, y cuando se unen dos moléculas de monosacáridos se forman los disacáridos identificados como sucrosa que es el azúcar común, miel de abeja y melaza que por tener dos monosacáridos (glucosa y fructosa) desencadenan los cambios biológicos mencionados antes con mayor fuerza. Otro disacáridos de menor consumo es la galactosa (unión de glucosa y galactosa) se encuentra en la leche y la maltosa (unión de dos moléculas de glucosa) se encuentra en la malta.
En Estados Unidos se ha determinado que entre 1970 y el 2005 el promedio de calorías diarias ingeridas a partir de los azúcares es de 355 que se han incrementado en un 19% (76 calorías adicionales) que le llegan al cuerpo a través de bebidas azucaradas. (Revista Circulación, 5 de septiembre).
De los factores que condicionan la aparición del sobrepeso, obesidad y enfermedades cardiovasculares, dos son ambientales y modificables: el consumo de azúcares y el sedentarismo. Esto obliga a tomar las previsiones en su diario vivir.