El fusilamiento masivo de los sobrevivientes de Las Expediciones de Junio de 1959, ejecutado por órdenes expresas de Rafael Trujillo Martínez, Ramfis, en el recinto de la Academia Militar Batalla de Las Carreras, fue un hecho de extraordinaria importancia y repercusión, no obstante la protesta personal de su padre, que se presentó en ese lugar requiriendo a su hijo quién había autorizado la muerte de los heroicos combatientes, que habían dado al régimen, con su heroica decisión, una estocada mortal. Trujillo, acompañado por su hijo, que lo llevó hasta el automóvil, se ausentó del lugar sin que esa decisión, en términos históricos, lo haya descargado de la responsabilidad del crimen masivo que se estaba ejecutando, porque la jefatura política, militar y económica de la Nación descansaba, únicamente, en su persona, la que bajo ninguna circunstancia había delegado, totalmente, en otras manos.
Ese episodio profundo, conmovedor, inaceptable, de triste recordación, señaló el camino definitivo que a partir de ese momento siguieron importantes sectores de la sociedad, convencidos de que la desaparición física de Trujillo era un compromiso de honor que debía cumplirse en brevedad de tiempo de corto espacio. Entre julio de 1959 y mayo de 1961, apenas 22 meses, en proceso inevitable y en orden cronológico se sucedieron: la fundación y el proceso de organización del Movimiento Revolucionario Clandestino 14 de Junio, que bajo la dirección de Manolo Tavárez Justo y Minerva Mirabal, su esposa, y un numeroso grupo de hombres y mujeres de la pequeña burguesía urbana, quedo constituido en los primeros días de enero de 1960 y que aunque no pudo ejecutar las acciones y los propósitos que había planificado, llevó a partir del 11 de enero a las cárceles de la dictadura más de 300 personas.
La prisión y las torturas que mujeres y hombres, miembros del 14 de Junio, recibieron en la cárcel de La Cuarenta, originó la denuncia y la protesta de la Iglesia Católica, en una Carta Pastoral que se hizo pública el 25 de enero de 1960. Para Trujillo la Iglesia Católica había sido su apoyo y firme aliada en los treinta años de gobierno. La importancia e influencia de esa singular institución universal, en la República Dominicana, solamente era comparable con las Fuerzas Armadas, creada, sostenida y modernizada por el régimen. Según rumores que corrieron a lo largo y ancho del país Trujillo quedó profundamente afectado. En aquellos momentos que comenzaban serias dificultades, para las cuales el dictador y sus colaboradores no tenían respuestas inmediatas; la Iglesia asumía una posición de crítica. Realmente fue un golpe inesperado.
La naturaleza asesina que había normado la vida de Trujillo en sus treinta años de jefe absoluto de la Nación se manifestó en los días que transcurrieron, a partir del 11 de enero, al desvelizamiento del Movimiento Revolucionario 14 de junio. No obstante, al parecer, existió una renuencia del mismo Trujillo de aceptar la existencia de un movimiento conspirativo que aglutinaba en sus filas a cientos de jóvenes de la pequeña burguesía urbana, estudiantil y profesional. Continuaremos