POR: Pedro P. Yermenos Forastieri
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Cuando se va por la vida colocando la necesidad de ser popular por encima de todo lo demás, se está corriendo un gran riesgo. Quienes hemos pagado altísimo precio por no decir o hacer lo que había que decir o hacer en cada oportunidad, comprendemos este aserto.
Con frecuencia se hace daño intentando caer gracioso o evitando dejar de serlo. Los destinatarios de esas conductas erróneas creen en cada momento que quien así procede es la mejor persona del mundo, ignorando que está actuando contra sus auténticas conveniencias.
Es el caso de los médicos, compelidos con asiduidad a prescribir pócimas y procedimientos dolorosos, pero bajo la premisa de que el no hacerlo implicaría al paciente una consecuencia negativa de mayor dimensión que el tránsito difícil que debe recorrer. Los padres, en su rol de forjadores de carácter, de no tomar decisiones que en cada ocasión podrían parecer ríspidas, estarían contribuyendo a desarrollar seres humanos incapaces de enfrentar con éxito los avatares que el porvenir les pueda reservar.
En semejantes circunstancias están los gobernantes que pretenden trascender esa condición y ser valorados, con justicia, como estadistas. El único parámetro que deben considerar, al momento de decidir las políticas públicas a ser impulsadas, es el del beneficio que impliquen para las grandes mayorías, de manera especial para los de mayores niveles de dependencia del auxilio estatal.
No existen medidas inocuas. Siempre habrá algún sector social que se resentirá con las mismas. De ahí que, aferrarse al imposible de pretender satisfacer a todos, es el camino más expedito para no hacer nada, y pasar por el poder como un simple administrador de la cosa pública.
Actuar en la dirección adecuada debe hacerse con independencia de los niveles de popularidad que se tenga en un momento determinado. No obstante, de contarse con una elevada valoración, resulta injustificable no hacer lo necesario, porque se estaría desperdiciando el mejor momento para proceder.
El Presidente dominicano debe evitar caer en la dependencia de su popularidad y, sobre todo, sopesar que un supuesto riesgo que pretenda evitar en esa dirección podría, a mediano y largo plazos, tener peores repercusiones.
Hay temas que lucen colocar al primer mandatario en posición defensiva. Sobre ellos no se sabe cuál es la actitud del gobierno. Eso es fatal. ¿Qué opina el Presidente sobre Loma Miranda, sobe la ley de naturalización, sobe el código de trabajo, sobre el incremento del peaje? Cuidado Presidente!