Si una lección interesante comporta la película El hombre de al lado (Mariano Cohn y Gastón Duprat, 2009) para el cine dominicano y para quienes aman tanto la arquitectura como la estética bien lograda, es que muestra cómo dar valor a vidas y hechos aparentemente sin espectacularidad y pertenecientes a la más común cotidianidad, para lograr un filme que triunfe internacionalmente como ningún otro proveniente de Argentina.
Una película de sarcasmos, humor sacado a punta de inteligencia, de disfrute de la arquitectura, de desintegración familiar, de inconexiones primarias, de caracterizaciones bien logradas, sobre todo la del tosco personaje de Víctor frente a su vecino, un supuestamente exquisito arquitecto famoso, triunfante en todo el mundo con una silla que ha diseñado y fracasado en la simple tarea de recibir el afecto de su única hija.
Una película de hipocresías que brotan como material sobrante e ignorado de la colcha que nadie quisiera tener. Una cinta de puro amor por la arquitectura y su misión de creación de espacios. Un documento que denuncia doble moral y falsías, que desmerita las clasificaciones sociales. Se comenzó a exhibir en Fine Arts.
Un vecino al que se le ocurre abrir una ventana frente a las habitaciones de la casa del lado da origen a un filme que ahora permanece en la memoria y que, pese a las críticas y frialdades con que fue catalogada por críticos argentinos. Víctor decide hacer una ventana para tener más luz, y ahí empieza el problema: cada uno toma conciencia de la existencia del otro.
En 2010 fue la cinta argentina internacionalmente más premiada, en contraste con la acabada que le dieron los críticos argentinos. Fue la candidata argentina a los Premios Goya en la categoría de Mejor Película Hispanoamericana. Sin embargo la Academia Argentina de Cine la señaló como la mejor del año 2010 y fue reconocida en los festivales de Sundance (mejor fotografía), Mar del Plata (mejor película), Toulouse (premio del público) y Lleida (mejor actor y director) y los Premios Cóndor.
Tras verla, la gran lección que se debe inferir apunta a que nuestros cineastas pongan atención a la narrativa dominicana, que guarda interesantes historias tanto en cuentos como en novelas adaptables sin mucho costo, para comenzar a hacer un cine distinto al tradicionalmente aceptado.