Opinión

De ayer a hoy

De ayer a hoy

            Cuando los hombres públicos fascinaban al auditorio con discursos sonoros y apelaban a su cultura enciclopédica no resultaba necesario procurar las herramientas comunicacionales. Aquella era una época distinta. La cita célebre y la oratoria seductora transformaban los escenarios públicos y el político diestro ascendía las escalinatas del respeto y respaldo inmediato desde el momento en que la palabra penetraba con entusiasmo en el corazón.

            Los políticos tradicionales asumieron su rol con el alma. Poco importó su orientación ideológica. Aquí la generación que asaltó la escena pública con posterioridad al ajusticiamiento del tirano se constituyó en una clara expresión de talentos restringidos en medio de una sociedad reducida por la mano dura que pudo encontrar en los aires de libertad el néctar para desarrollar potencialidades y liderazgos de excepción.

            En esos aires de cambios de inicios de los 60s anduvo en franca camaradería el ejercicio político asociado al gran compromiso social. Gran parte de los arquitectos del proceso democrático fueron capaces de esculpir la obra trascendente y el texto comprometido capaz de darle trascendencia al hombre público.

            El Juan Isidro Jimenes de la conformación del PRD en Cuba debemos colocarlo en la justa dimensión intelectual. Juan Bosch colocó su obra en las librerías del mundo sin olvidarse de ser  arquitecto de dos grandes organizaciones. La Comunidad Mulata de Corpito Pérez Cabral se conjugó con un ejercicio de combatir a la dictadura oprobiosa desde el exilio en Venezuela.

            Existe una generación posterior que hizo de sus obras expresiones de compromiso insuperable. Tolentino Dipp, Franklin Franco, Roberto Cassá y Mejía Ricart merecen el respeto por la consistencia en medio de las dificultades que implica ser un intelectual  crítico del poder.

                             Lo grave es que esa tradición de respetabilidad ha sido modificada por un ejército de rufianes que asaltan la vida pública en medio de carencias formativas y afanadas por una sed de acumulación que no guarda proporción con las expectativas de amplios núcleos de la nación que aspiran a que la nave de la institucionalidad democrática descanse en mano diestras y capaces de asumir con mayor responsabilidad las grandes tareas nacionales.

           No estoy hablando del falso culto al conocimiento que desarrollan exponentes exquisitos de una mascarada propia de estos tiempos donde el talento es un articulo de exhibición donde el contenido es derrotado por la forma.

Y es que la fuerza de lo que se aparenta está invadiendo todos los espacios de una sociedad adicta al bulto de pompas que no resisten escrutinio.

            Desafortunadamente, nos asaltó la superficialidad. En los partidos, los medios de comunicación y el liderazgo empresarial tenemos claros exponentes de esa falsedad bien estructurada ambientada en oficinas de relaciones públicas que nos toman de tontos para permitir el reinado de la insuficiencia.

Lo grave es que la oficialización del terrible fenómeno nos genera una asfixia sin precedentes.

           Ojalá tengamos tiempo para reflexionar. De lo contrario, tendremos país, pero nación nunca.

ggomezmazara@hotmail.com

El Nacional

Es la voz de los que no tienen voz y representa los intereses de aquellos que aportan y trabajan por edificar una gran nación