Opinión

DE SALUD Y OTRAS COSAS

DE SALUD Y OTRAS COSAS

Todo lo que hizo en vida Héctor Pereyra Ariza fue cultivar uno de los estilos más fluidos, empáticos y contagiantes de las relaciones interpersonales.

Estoy hablando de un hombre de éxito al que despedimos el pasado lunes 16.

La psiquiatría dominicana ha tenido en él a uno de sus más brillantes expositores y una de las hojas de vida en la academia, la política y la  diplomacia, más completa.

Dos días antes de su muerte le llevé a su hogar un libro y una carta de mi puño y letra en que le decía: “Cuando un ciudadano ejemplar y un gran ser humano está luchando con valor en procura del equilibrio y la calidad de vida, necesita de la solidaridad de sus amigos y sus hermanos de siempre”.

Utilicé el término hermano, pues él acuñó en el saludo esa palabra de forma cariñosa.

Posiblemente es uno de los contemporáneos con mayor volumen en calidad de amigos que le apreciaban y le agradecían.

Practicó la psiquiatría a casa llena y fue junto a Guillén, Zaglul, Beras Goico y Báez Acosta uno de los salubristas mentales más celebrados y buscados por su amplia clientela.

Pasó por la política sin hacer daños, más bien era un mago en repartir favores.

Ex ministro de Salud  y de la Seguridad Social del país.

Fue directivo de la Asociación médica, en cuyo movimiento renovador (de los años 70) se destacó.

Graduado con el profesor López Ibor en Madrid, enseñó psicología médica en la UASD, en cuya institución dirigió la Escuela de Medicina.

Diplomático por más de 20 años: Perú, Brasil, Panamá, El Salvador, Honduras, Nicaragua y otros países le recuerdan con mucho afecto.

Fue un encantador de serpientes. Verbo fácil. Grácil en la gestualidad. Siempre con una cita de los Clásicos de la literatura universal a flor de labios. Conversador ameno y conceptual.

Generoso y solidario con sus amigos entrañables.

Humilde hasta la exageración. Buen padre y mejor hijo.

Donde quiera que estudió se graduó con honores.

Una enfermedad pulmonar crónica y degenerativa  lo fue destruyendo en los últimos tres años.

Asumió su quebranto con valentía y mucha dignidad.

Sus hijos, su esposa, sus amigos y el pueblo dominicano tienen deudas de gratitud con un ser humano de primer orden que viniendo de orígenes muy humildes se superó, sembró y cosechó en el corazón de los que le quisimos y le apreciamos.

Un grupo de sus amigos, con los cuales se reunía todos los 24 de diciembre en el mismo lugar, le estaremos esperando, pues Héctor ya ingresó en el difícil círculo de los inmortales.

El Nacional

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