Quédate en tu casa….
El ingeniero Ney Aldrin Bautista Almonte, director de la Policía Nacional, dijo recientemente que las denuncias por violencia de género y las trasgresiones a la ley de violencia intrafamiliar se habían incrementado no así los actos de ratería y otros tipos de delitos.
¿Qué ocurre en los hogares cuando se les obliga a que todo miembro de esa familia guarde reclusión forzada?
Las luchas de poder por el espacio y por el uso de los utensilios se agudiza.
Más de la mitad de la población vive en estado de hacinamiento; hasta siete personas comparten la misma habitación.
Mucha irritación e impotencia produce en el 57 % de la población vive del empleo informal.
Coqueros, motoconchistas, venduteros, y todo tipo de vendedores ambulantes (los marchantes), deben quedarse en casa impedidos de buscar “el diario” para el sostén de sus familiares.
Millones de seres humanos salían de sus casas (al conuco, a la escuela, a las fábricas) a primera hora de la mañana y regresaban por las noches a asearse y a dormir.
Resulta que ahora “entre cuatro paredes” se sienten enjaulados.
Situaciones no resueltas en la pareja comienzan a confrontarse, incluidas la falta de condiciones y hasta desconfianza para el libre ejercicio de las relaciones sexuales.
La compra de alimentos; las transacciones bancarias; las diligencias propias de cada ciudadano se han entorpecido por la ausencia del transporte y por el distanciamiento social que a veces hace que la gente les tema hasta a sus seres queridos.
La situación es grave, y el COVID-19 no respeta clases sociales ni estatus. Al parecer la dama de Villa Riva que procedente de Italia contagió a varias personas, pues su periplo llegó hasta Los Alcarrizos; las bodas de concentración de la clase alta y las cenas desafiantes a la autoridad nos han sumido en una desventaja real frente a la pandemia.
El Ministerio de Salud ha hecho su trabajo y en justicia hay que reconocerlo.
Tanto el Señor Presidente, y el ministro de la Presidencia han comparecido ante el país con palabras y medidas de aliento.
Las ayudas económicas a los más desvalidos son medidas de justicia.
La gratuidad de las pruebas de detección del COVID-19, en grupos vulnerables es alentadora para pisarle los talones al quebranto.
La distribución de alimentos puerta a puerta es un acto de justicia social.
El incremento en los montos de las tarjetas de solidaridad es esperanzador.
La pandemia ha seguido cobrando víctimas en el mundo.
Cuidemos a nuestros envejecientes.
Todo parece indicar que mientras llegue la vacuna lo prudente es quedarse en casa y lavarse las manos.
Me impactó ver al presidente rogar en tres oportunidades que nos quedemos en casa.
Da pena y vergüenza que en medio de un toque de queda la gente insista en provocar la medida.
Hay que felicitar al personal de salud que se ha fajado a laborar dentro y fuera de los hospitales.
A los laboratorios clínicos privado que han tendido su mano solidaria.
A las fuerzas armadas en todos sus estamentos.
A las iglesias, pero quisiera felicitar a los partidos políticos, pero han hecho muy poco. Algunos solo se dedican a criticar y a politizar toda iniciativa de Estado ante tan grave situación.