Opinión

DE SALUD Y OTRAS COSAS

DE SALUD Y OTRAS COSAS

Un grupo creciente de personas entre los 18 y 30 años se le dificulta tomar la decisión de casarse.

Es cierto que más que afectiva, la decisión del matrimonio es efectiva y entraña, en diferentes sectores sociales, una cuantiosa inversión.

Se ha dicho que en el fondo un segmento de la juventud de hoy tiene temor a perder su libertad y evitan el compromiso.

Una de las preocupaciones ( Heras 2007), consiste en el temor de terminar mal como la mayoría de las parejas.

En nuestro medio, por lo menos la mitad de las parejas en unión legal o libre aborta en los siguientes cinco años de iniciar relaciones.

Algo a considerar por los varones es que si terminan y tienen hijos, de cualquier manera van a tener que sostener la anterior y la próxima relación en términos económicos.

La mujer tiene más prisa que los varones en formalizar una relación por razones biológicas. Cuando se acerca a los treinta, tener una pareja y por lo menos un hijo, constituye una presión social. Esto último es tan así que tenemos muchas madres solteras por decisión propia.

Mucha gente prefiere “mantenerse en amores” por miedo a que la relación desaparezca cuando se esfume el encantamiento.

No es lo mismo asumir la responsabilidad de casa e hijos, que verse de vez en cuando, sobre todo, que ya el estreno de una virgen por la vía del matrimonio es un valor cada vez más raro.

Los noviazgos muy conflictivos a medida que se prolongan en el tiempo, los que les rodean vaticinan: “esa gente vive matándose, lo mejor es que no se casen, pues será peor entonces”.

La gente cree que la estrechez y las dificultades aúnan y fortalecen a las jóvenes parejas; yo creo lo contrario y he visto derrumbarse centenares de uniones cuando su estatus económico entra en crisis. Vivir en la casa de  mamá y papá es cómodo.

Eso de que  “contigo pan y cebolla”  y de que “los hijos vienen con su pan debajo del brazo” es cuento de caminos.

Nadie sabe a ciencia cierta qué le ocurrió a la Cenicienta cuando se fue con el príncipe.

Ser pareja es una tarea diaria de esfuerzos, de tolerancia recíproca, de respeto, de mucho diálogo y de compartir metas y aspiraciones.

Nuestros abuelos y padres siempre cuentan con sobrado orgullo las penurias que pasaron juntos.

Hoy día, no son tiempos de casarse con dos carros y un apartamento nuevo.

Los que  se quieren de verdad, que se atrevan y si pasan la barca de los primeros años: felicidades y sigan luchando, tolerándose y progresando.

El Nacional

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