¡Ese es Jovino!
Jovino Charles Carvajal, fallecido este domingocon apenas 48 años, tuvo su momento de fama durante una carrera beisbolera que se desarrolló en los circuitos minoritarios y en la que la velocidad de sus piernas fue la faceta más destacada.
Fue en la temporada de 1994-95 cuando los Toros del Este conquistaron la primera de sus dos coronas en la Liga Dominicana de Béisbol, y el jardinero nativo de La Romana jugó un rol estelar en esa epopeya deportiva.
Cumplía yo mi décimo año como narrador del equipo y me empeñaba en perifonear las hazañas de sus jugadores bajo un lema que ganó amplia popularidad entre sus fanáticos: “¡Cuidado con los Toros!”
Carvajal, convertido en esa campaña en una máquina de batazos productivos, era una víctima de la marginalidad que en todas partes siempre ha arropado a los jugadores de franquicias pequeñas.
Y su nombre poco común se convirtió en fuente de confusos comentarios mezcla de burla y desdén.
Así nació mi frase “¡Ese es Jovino!” como una especie de recordatorio cada vez que Carvajal conectaba un imparable o se escamoteaba una base rumbo a una temporada en la que bateó .295 en la vuelta regular y .391 en la serie final contra las Águilas Cibaeñas.Fue el resultado de una mezcla de mis simpatías por quien ese año se había robado 68 bases en la pelota del norte, y un deseo rabioso de hacer justicia ante la exclusión de que era objeto en los medios capitaleños.
Todavía están frescos en mis oídos el vozarrón de Juan Eugenio Lugo Villar (a) El Poderoso retumbando en las ondas hertzianas al presentar los comentarios de Rafael Torres en “La Cadena que Jala”, y la animación de Marcial –Cayito- Morla celebrando a través de la bocina interna del Francisco Micheli cada magistral jugada defensiva de Julián Yan en la inicial: “¿Lo viste? ¡La Escoba Humana!”.
Carvajal nunca recibió el llamado a las Mayores ni siquiera para una taza de café a pesar de que en 1995 bateó .317 y se estafó 49 bases entre las ligas de Texas (AA) y la Costa del Pacífico (AAA) militando con equipos de los Serafines de California.
Es seguro que su nombre se perderá en el olvido de los anaqueles empolvados del oscuro béisbol de las menores, pero en La Romana se le recordará por su triple en el octavo episodio y la carrera que anotó para sellar un campeonato primigenio.
“¡Ese es Jovinooooo!”, grité más que narré arropado por el ruido ensordecedor de más de 12 mil fanáticos después de aquel batazo que precedió un doblete de Jerry Brooks que por poco derriba la pared del bosque izquierdo.
Es muy cierto el refrán que nos recuerda que una golondrina no hace verano, pero también es justo decir que en aquel año Jovino fue un ave fugaz que hizo un invierno.