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El caso Mugabe

Desde su natal Matibiri, un lejano villorrio de Rhodesia del Sur, la antigua colonia británica, Robert Mugabe inició un tortuoso itinerario vital que lo ha anclado en el poder de Zimbabwe desde hace casi tres décadas y permanece ahí – todavía – literalmente sumergido entre lodo, sangre y huesos de cadáveres. 

Ahora bien, Mugabe es la personificación de la metamorfosis a lo peor, porque aunque ha devenido en un dictador insólito, lo cierto es que ascendió al poder con un aura de héroe y respetabilidad como pocos líderes  de su generación alcanzaron en África.

Durante la lucha por la independencia de Rhodesia del Sur, Mugabe fue un consagrado revolucionario de corte marxista  y además, un maestro itinerante en remotas escuelas de su país, de Mozambique, Ghana y Tanzania.

Al convertirse en máximo gobernante de la nueva Republica de Zimbabue a mitad de los 80, la más verde esperanza creció en los suelos de su país, y la comunidad internacional creyó también que aquellas prosperas tierras, preñadas de diamantes y con fértiles superficies, alcanzarían otros niveles de desarrollo y estabilidad social.

Era tal su  prestigio, y tan grandes las expectativas, que en 1981, siendo Primer Ministro, la Universidad de Howard, de Washington, le otorgo a Mugabe el Premio Internacional de los Derechos Humanos, y siete años después, en el 1987, recibió el Premio ONU por su lucha contra el hambre.

¡Oh ironía de la vida! Desde entonces los gobiernos sucesivos de un Mugabe convertido al reeleccionismo sin pausa han hecho tal destrucción de Zimbabue que más de siete millones de habitantes se alimentan hoy gracias a la caridad internacional gestionada precisamente por la ONU, mas de tres millones ha huido a Sudáfrica y otras tierras y los derechos humanos allí, no existen ni en postalitas.

Mugabe inicio la destrucción de la economía a mitad de los 90 cuando amparado en un discurso racial y antiimperialista expropió fincas productivas a miles de terratenientes blancos, para entregárselas a mas de 50 mil ex guerrilleros que pronto las convirtieron en ruinas.

Según la ONU, en Zimbabwe el desempleo ronda el 94%, la inflación es incalculable y tan sólo los intereses por la deuda del Estado representan una suma  muy superior al presupuesto de la nación.

Más de tres mil personas han muerto por el Cólera, el 16% de los adultos tiene Sida y la emigración parece una estampida de seres aterrorizados.

Pero Mugabe ni siente ni padece, el 21 de febrero cumplirá 85 años de edad y según el periódico Sunday Times, de Londres, sus adulones y matarifes le harán una fiesta para la cual han encargado 4,000 porciones de caviar, 3,000 patos, 16,000 huevos, 3,000 tartas de chocolate, champán francés y 8,000 cajas  de bombones Ferrero Rocher; pero antes, ha comprado en Hong Kong una mansión de 5.5  millones de dólares.

Esas son, como se ve, las consecuencias miserables de las ambiciones de poder.

El Nacional

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