POR: Orlando Jorge Mera
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La noticia del fallecimiento de don Diego de Moya Canaán enluta no solo a su distinguida familia, sino a la sociedad dominicana. Don Güin, como se le decía cariñosamente, fue uno de los visionarios del desarrollo de la construcción del país, habiendo ocupado puestos claves como lo fue el de Presidente de la Cámara Dominicana de la Construcción.
El trabajo que hizo en el plano laboral habla por sí solo, pero más grande aún fue Diego de Moya persona, a quien conocí y traté con cercanía desde el 2000, cuando don Güin tuvo un gesto hacia mi familia, del cual estaré eternamente agradecido. En una oportunidad, compartiendo con su hijo Diego Hugo, comenzamos a hablar sobre la diabetes, y su tratamiento, pues como se sabe, mi madre, al ser diabética desde los quince años de edad, quería hacerse una revisión, y don Güin, tuvo el gesto de referirnos al Centro de Diabetes Joslin, uno de los más reputados en el mundo, con sede en Boston.
Fue así como, en el 2003, mis padres viajaron a Boston, en compañía de don Güin y su distinguida esposa, doña Mayi. Fue una experiencia extraordinaria. Mi madre fue atendida por excelentes médicos en el Joslin, confirmándose su ejemplaridad como paciente e indicándole determinados tratamientos, que los siguió al pie de la letra. Mi padre siempre la acompañó en todo ese proceso, y ambos disfrutando de excelentes anfitriones como fueron doña Mayi y don Güin, quien además de ser vegano, era “bostoniano”.
Desde entonces, mi madre se mantuvo haciendo visitas regulares al Centro Joslin. Mi familia está y estará siempre agradecida por el gesto de don Güin y toda la familia de Moya Sander. Siempre disfruté de su sentido del humor, y de su profundidad intelectual, la cual queda evidenciada en sus artículos que escribía en la prensa nacional. El 31 de agosto de 2013, escribió en El Caribe, el artículo titulado “Momentos importantes en mi vida profesional”, en el que decía que su mayor logro fue la integración de su familia en el Grupo Moya para seguir “el cambio fabuloso de la industria de la construcción”. ¡Qué extraordinario ser humano! Don Güin, descanse en paz.