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Duarte es el ejemplo a seguir

Duarte es el ejemplo a seguir

Duarte jamás enarboló consignas antihaitianas, implantó las ideas de independencia porque se autorreconocía dominicano y aspiraba a un Estado nacional independiente que asumiera todas las prerrogativas de tal.

Su proyecto era la independencia plena y un Estado soberano que en esencia está pendiente de cristalizar.

El Estado por definición tiene jurisdicción en un territorio, ejerce potestad sobre los recursos en esa geografía y, en esa época, ejercía dominio sobre sus habitantes.

Territorialidad, jurisdicción nacional y soberanía, son las categorías político-jurídicas a las que han renunciado la mayoría de gobiernos que han administrado el Estado dominicano, para negociarlas en beneficio propio, aunque, levantan hipócritamente el nombre y fotos de Duarte.

Como en la disputa por controlar el Estado que siguió a la proclama de independencia, los enemigos de la patria, la burguesía consignataria y los hateros eran enemigos de cualesquier tipo de cambio político en el país y no creían en la viabilidad de la nación, se aliaron con quienes pensaban igual que ellos: la cúpula eclesiástica, portadora de ideas retardatarias, pero con gran peso socio-cultural entre las masas y que ejercía gran poder de convocatoria en el seno de pueblo analfabeta y entre todos manipularon al pueblo para aislar a Los Trinitarios y su proyecto revolucionario, amenazando con excomulgar a quienes no acataran las ideas y prácticas autoritarias de Pedro Santana y de la facción que lo apoyaba.

Así, este caudillo conservador, racista y anexionista se hizo del poder y expulsó del país a los independentistas trinitarios encabezado por Duarte, quien vivió en el ostracismo por más de 30 años y aun así, no perdió la fe en la patria y en el proyecto de redimirla de traidores.

Para redactar la primera constitución se designó al conservador Tomás Bobadilla, viejo colaborador del poder colonial y aliado de Pedro Santana; por eso las ideas de Duarte, expuestas en su proyecto de constitución, fueron desconocidas y en alianza con el sector de Buenaventura Báez se dictó una ley de leyes oligárquica donde solo se reconocía como ciudadanos a una minoría rica, que carecía de sentido patriótico, pero aun así pasó a gobernar la república.

En ausencia de Los Trinitarios y habiendo controlado el país, se obligó a Tomás Portes, jefe de la iglesia, a jurar lealtad a la Constitución que Santana no quiso jurar sin que primero se le concedieran poderes que lo colocaban por encima de ella y exoneraba de responsabilidad y de rendir cuentas al país por sus actuaciones, que es un principio universal del constitucionalismo.

Así, la oligarquía, controlaba el Poder Ejecutivo, instrumentalizaba el poder militar, chantajeaba a la cúpula católica, y gobernaba a su libre albedrío, al margen del ordenamiento jurídico, sin rendir cuentas y a espaldas de las opiniones de los ciudadanos, tal como acontece hoy en día.

Para redactar la primera Constitución se designó al conservador Tomás Bobadilla.

El escenario entre 1844-1860, por la situación económica y el estado de guerra, no podía ser más tétrico.
Puede afirmarse que el destierro de Duarte también lo fue del nacionalismo radical anti colonialista; la ausencia de ideales nacionalistas hizo parte de las condiciones en la que se reproducía el caudillaje y esquema de dominación bajo Santana y Báez.

Este último, gobernó estafando a los productores tabaqueros y campesinos y aun así era aclamado por las masas que carecían de sentido de lo político.

Los intentos haitianos de recuperar la parte Este, para continuar usurpando los recursos del país, dieron ocasión a la imposición del militarismo caudillesco de Santana, quien se apropió de los méritos estratégicos de Antonio Duvergé, y en alianza con intelectuales orgánicos a la ideología colonialista como José de Jesús Galván fraguaron la eliminación de Duarte de la vida política del país.

Tal contexto histórico explica el aislamiento de los liberales y el desconocimiento de las acciones organizativas, la doctrina y el ejemplo de coherencia de Duarte, sobre todo, entre las generaciones jóvenes de esa época. Tras la anexión a España, Duarte hizo ingentes esfuerzos para reintegrarse a las labores patrióticas anticolonialistas, poniendo de manifiesto su indoblegable voluntad combativa.

El escenario entre 1844-1860, por lo económico y el estado de guerra, no podía ser más tétrico.

Al historiador José Gabriel García, sus hijos Alcides y Leónidas y al padre Meriño, entre otros, corresponde la gloria de haber rescatado del olvido al Duarte histórico y colocarlo como ejemplo a seguir.

Por eso hay que adherirse a la exhortación estratégica del patricio: “Seguid jóvenes amigos, dulce esperanza de la patria mía, no hay que perder la fe en la bondad y justicia de nuestra causa”.

El autor es historiador.

El Nacional

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