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Todo programado

Uno de los principales problemas de la obsolescencia programada, y que no nos cansamos de repetir, es el abuso de recursos naturales con los que se debe abastecer a escala mundial de productos que nos han hecho creer que son vitales para nuestro día a día. Si año a año adquirimos nuevos productos electrónicos con mayores funcionalidades y capacidades para adaptarse a nuestras necesidades.

¿A dónde van a parar los productos que desechamos? ¿El sistema de reciclaje actual es capaz de absorber tal magnitud de basura electrónica/tendríamos que empezar confirmando que la mayor parte de productos electrónicos contienen materiales que pueden ser reutilizados a través de un sistema de reciclaje adecuado evitando la explotación de nuevos recursos naturales y evitando que los productos contaminantes acaben llegando al medio ambiente destruyendo el hábitat animal y disminuyendo el correcto sistema natural en el que nuestros recursos naturales toman vida.

Estamos hablando de materiales como el plástico, plomo, polietileno, etc. Que tardan en degradarse alrededor de unos 1000 años. En el caso del plomo además, que comporta graves problemas para la salud.

Se estima que para el 2017 el volumen de basura electrónica anual a escala mundial alcanzará la escalofriante cifra de 65,4 millones de toneladas. Desgraciadamente nuestro sistema de reciclado no está capacitado para tal magnitud de residuos electrónicos.

Es por ello que los millones de toneladas que creamos son desterradas a países como Ghana, cuya población debe convivir entre kilómetros de basura. Aunque existe un tratado internacional que prohíbe enviar residuos a países del tercer mundo, los mercaderes hacen la trampa, declarando estos residuos como productos de segunda mano, reutilizables en la teoría.

Hecha la ley, hecha la trampa. Más del 80% de los productos que llegan a Ghana no se pueden reciclar y acaban abandonados por todo el país.

Dónde hace algunas décadas existían magníficos paisajes naturales y fauna, ahora está repleto de toneladas con residuos electrónicos que nadie quiere en los países desarrollados. ¿Cómo solucionar este problema? Básicamente eliminando la obsolescencia programada.

Pero mientras las grandes empresas y las clases políticas hacen oídos sordos depende de cada uno de nosotros disminuir el consumo electrónico. Apostar por productos sostenibles.

Procurar dar una segunda vida, y porque no, quizás una tercera y cuarta vida a todos los productos que adquirimos.

El objetivo de la obsolescencia programada es el lucro económico inmediato, por lo que el cuidado y respeto del aire, agua, medio ambiente y por ende el ser humano, pasa a un segundo plano de prioridades. Cada producto que se vuelve obsoleto, supone contaminación.

Es un evidente problema del actual sistema de producción y económico: no se ajusta en absoluto a la armonía y equilibrio de la naturaleza en la que vivimos, El procedimiento suele ser el siguiente: Uno de los aparatos electrónicos de uso habitual falla y cuando el dueño lo lleva a reparar, en el servicio técnico le dicen que le sale más rentable comprarse uno nuevo que arreglarlo.

Usualmente, el precio de la mano de obra, las piezas estropeadas y el montaje suele costar un poco menos que adquirir uno nuevo, por ello normalmente el usuario suele desechar el producto averiado y comprarse uno nuevo. Seguiremos.

El Nacional

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