La forma de encarar el problema de la educación en República Dominicana es, en el mejor de los casos, coja, para decir lo de menos. Me preocupa que hasta la fecha, entre políticos, educadores, asociaciones sin fines de lucro, y demás actores que se llenan la boca hablando del tema, la mejor solución que se les ha ocurrido es tirarle dinero al problema.
Tirarle dinero a un problema que tiene tantas aristas es tan efectivo como tratar de llenar con agua una cubeta pinchada por todos lados. El agua va a entrar y al poco rato vamos a estar con la misma cubeta vacía que empezamos.
Si me preguntan a mí, la mayor dificultad para el avance educativo es el pobre resultado que, de sus años de estudio, va a obtener la mayoría de los estudiantes.
Hoy en día la inversión en una educación privada por cada estudiante ronda los $3 millones de pesos desde el pre-escolar hasta el título universitario. Si agregamos el post-grado que es casi obligatorio la cifra es notoriamente mayor.
La mayoría de los que llevan esa educación privada, al salir pueden aspirar a sueldos de entre RD$25,000. y RD$30,000 mensuales. A ese nivel salarial, sin entrar en muchas consideraciones económicas (como el valor del dinero en el tiempo), les tomaría casi una década para haber recibido en entradas todo lo invertido en su educación. Si deducimos los gastos mensuales que asumen y sólo calculamos el excedente sobre los gastos como el beneficio de su educación, pues para igualar de forma nominal lo que se gastó en su educación, le tomaría más de 20 años. En pocas palabras usted no ve retorno de sus más de 20 años de estudio sino hasta cumplir unos 50 años de edad. Y esto es siendo muy conservador, ya que es perfectamente posible que nunca recupere lo invertido en educarse.
En el sector público la inversión es notoriamente menor, y claro, el resultado esperado reflejado en su sueldo o lo que cobre por su trabajo también.
El resultado de todo esto queda en evidencia en dos cifras claras: el número de deserciones escolares y universitarias y el hecho de que buena parte de la cifra de empleados corresponde al empleo informal. O sea, muchos ven lo lógico, es más beneficioso desde el punto económico, salir a buscársela que quedarse estudiando.
No debe sorprender, entonces, que hoy el estudiar sea más un acto de autosatisfacción que un verdadero esfuerzo para aspirar a una mejor vida. Más personas estudian porque quieren tener un título que porque necesitan tener un título, de ahí que muchos de los que se gradúan de las universidades terminan no ejerciendo esa carrera que estudiaron.
Y por ahí empieza el problema más grave de la educación, y no hay dinero que se le pueda tirar al flamante Ministerio de Educación que resuelva eso.
Es sin dudas una realidad muy torcida, y mucho más compleja de lo que muchos quieren ver. No es que invirtamos todo el dinero del mundo en educación y esa será la panacea. Es que si los resultados económicos que se obtienen de décadas de estudio siguen quedando por debajo en la competencia activa que siempre van a tener contra los resultados económicos que se obtienen por empleo informal o la delincuencia, el problema de la educación nunca será resuelto ni porque le tiremos 100% del PIB del país.