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El artista y la vida

El artista y la vida

Amable Mejía
amablemejía1@hotmail.com
Toda obra artística llámese poemas, novelas, cuentos, pinturas, dramas, música u otras están sujeta a interpretaciones de su tiempo, aunque no sea como el artista lo desea.
Llama a la atención, en primer lugar, las obras, a veces su vida. No siempre como él se lo imagina. A veces la vida supera a la obra. Sobrevive o llama a la atención el hecho que la vida sea más novelesca, poética que su obra, que lo que sesudamente dejó plasmado en un libro, un lienzo, en una partitura musical. Podría pensarse para este tiempo que importa más la vida, que la obra. “¡Pero, por Dios, no es a mi vida que quiero que destaquen sino a mi obra!”. Grita desde el subsuelo y la eternidad sulfúrica el autor. Los escritores que les deben a una obra determinada su ascenso a la fama como también todos los males del mundo, porque se riñeron con la “moral vigente”, son un grupo selecto. Al artista que la “moral vigente” le cuestiona sus obras con “razón o sin ella”, la ley o la sociedad les “tuerce el cuello”, aún bajo la premisa del artista creerse por encima de la Ley. Tal es el caso del poeta Modernista peruano, José Santos Chocano, el autor de “Fiat Lux” (1908), que se vio envuelto en un crimen con toda la de la ley en las décadas del veinte, la ley lo absorbió y la sociedad lo juzgó. Otro caso el de Oscar Wilde, autor del “Retrato de Doran Grey” (1891), sin crimen cometido sino por la moral mojigata de su tiempo. El proceso en que se vio envuelto a finales del siglo XIX, no bien cumplió su condena estaba condenado a muerte y como tal murió en París a lo César Vallejo. Gustav Flaubert, al publicar la novela “Madame Bovary” (1856), al poco tiempo tenía abierto un proceso judicial en torno al tema y al tratamiento narrativo de la novela, al igual que Charles Baudelaire, con su sulfúrico poemario “Las flores del mal” (1857). Ambos fueron “absueltos” como personas, aunque de los poemas se eliminaron algunos, pero eso no evitó que ambos, los poemas y la novela, además de ser obras representativas en su estilo escritural, temas y decenas más de atributos que tienen que ver con la calidad de las obras, pasaron a ser obras maestras.
Ponderar lo que pasaba en los países de orbitas socialistas con los escritores, artistas, científicos, que publicaban obras condenadas al ostracismo, por oler contrario a las ideas imperantes, es harto sabida. Procesos que tuvieron su mayor auge en la era de Joseph Stalin y sus sucesores; sin contar las decenas de escritores “menores”, que fueron expurgados, asesinados y desaparecidos en las órbitas socialistas en nombre del nuevo dios de las lides e ideas políticas: El Comunismo. Es el caso de Boris Pasternak, autor del “Doctor Zhivago” (1957), y Alexandre Solschenizyn, con el “Archipiélago de Gulag” (1974). La lista llevaría hasta el cansancio y algo más.
En nuestras aguas caribeñas, se recuerda a Cuba. No bien triunfó la revolución (1959); aconteció el caso Heberto Padilla, poeta, con su libro “Fuera del juego” (1968). Algo a resaltar es que los que verdaderamente se ven envueltos, con todos los despliegues publicitarios, son los narradores; los poetas, no tanto. Padilla es un caso especial. A los poetas no se les da la importancia de sus colegas fabuladores. La razón podría ser que la novela se lee más que la poesía y no cualquier poema tiene el efecto de una novela ante el “Gran público.”
Una vez en el exilio, el escritor, no necesariamente trae o le espera la alfombra roja esperada y soñada, sino que comienza su peregrinaje o vía crucis, su prueba de fuego por las obras publicadas y las que escribirá en el futuro. Cuando no produce obras de calidad como las que escribió estando en la “opresión”, empieza a arrastrar los fantasmas de las obras anteriores. Tal es el caso De Cabrera Infante con sus “Tres tristes tigres” (1968). No volverá a escribir una obra ni igual ni parecida en calidad literaria. El exilio político real parece que trae a la imaginación del escritor la ruina en todos los órdenes, y tras su muerte, como despedida oscura, una reseña en cualquier periódico, recordándoles a los lectores las vicisitudes del autor fallecido y el título más importante de su obra, por la que se le recordará y que fue escrita en opresión.
El autor es escritor.

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