El 27 de febrero, ante un grupo de legisladores que, en su mayoría, se han comportado como empleados suyos (o ciertamente lo son), el presidente Leonel Fernández, tras presentar en cadena los éxitos de su gestión, apuntó:
En resumen, como consecuencia de haber mantenido la estabilidad macroeconómica en el país con una tasa de crecimiento en positivo, más la aplicación de políticas sociales adecuadas, logramos que a lo largo de un año de gran pesadumbre e incertidumbre a nivel mundial, en la República Dominicana, nuestra población pudiese mantener sus empleos, comer más y hacerlo más barato.
Como si percibiera (el presidente o quizás el asesor que le preparó el discurso) que son demasiado recientes las cifras sobre pobreza (4.5 millones de personas pobres) que dejan ver otra situación, colocó después la expresión: ¡Parece increíble, pero así fue!
Increíble es, pero no por maravilloso, sino porque nadie puede pensar que es cierto.
La misma calificación le cabe al anuncio de que, con la nueva Constitución (pactada con Miguel Vargas y con la alta jerarquía eclesiástica), se acabaron la arbitrariedad y el abuso. ¿No son los acuerdos de aposento señales de que el autoritarismo continúa?
Y otra señal es que la Policía sigue matando gente. Hace unos días, en el sector Capotillo, agentes que perseguían a dos sospechosos mataron a un joven minusválido. Hubo encendidas protestas. Esto porque, como es costumbre, los agentes dispararon sin averiguar quién caería. Se trata de uno, entre muchos casos.
¿Así describe Leonel el bienestar?
Es preciso señalar, además, que con las promesas de cambios en la Policía Nacional y en las Fuerzas Armadas, Leonel Fernández no da respuesta (como obviamente intenta) a los escándalos que ha generado el avance del sicariato en esos cuerpos.
Pero es obvio que él pretende borrar la realidad envolviéndola entre frases. ¿Qué, si no eso, revela entre líneas al afirmar que son aislados los casos de corrupción?
Comprobada la intención, de poco sirve detallar el contenido del reciente discurso presidencial. Basta señalar que se trata de otro intento de encubrir la ilegitimidad y apañar la podredumbre.
Si ese intento no se ha convertido en escándalo, es porque Miguel Vargas, Hipólito Mejía y los dirigentes del despedazado Partido Reformista Social Cristiano, están cubiertos con el mismo lodo.
Ahora le toca a Leonel, para preservar privilegios y dar apariencia de legitimidad a las componendas, decir que se acabó el abuso y que la corrupción es pura fantasía… Y cumple, porque, como discípulo de Joaquín Balaguer, a falta de recursos para lucir convincente, se presenta como caradura.