Opinión

El bulevar de la vida

El bulevar de la vida

El señor Ramón Emilio Colombo, de generales conocidas -que es lo peor-, amenaza con someterme a la justicia con cárcel asegurada y sin derecho a fianza por, según él, haberlo difamado injuriosamente al confesar mas de una vez mis desvelos e inconmensurables esfuerzos por educarlo musicalmente, en especial en el tema Benny Moré. 

Pero resulta que en los últimos quince años, uno no ha hecho otra cosa que educar al muy ingrato, y Freddy Ginebra ha sido testigo, los Silié lo han podido ver. Así, un día -con alma bondadosa- le doy a conocer a Martirio o le cuento las cuitas de Sabina en Libertad 8, mientras me dedicaba a saludar a la Magadalena con malas intenciones que son las buenas.

Colombo amenaza con someterme a la justicia y yo, haciendo uso de mis derechos constitucionales, siendo como soy, hijo y nieto de maestros, vecino de la primada de América y sus amores, natural de Peravia y sus mañanas, declaro lo siguiente:

Aunque el señor se ha defendido con  vehemencia y mejor prosa, la verdad es única, verdadera, y repite como la longaniza: No puede uno seguir a la altura de estos años, cuando ya PC no significa Partido Comunista sino Personal Computer, educando musicalmente a nadie por más amistad que medie entre las partes, por por más buen santo periodista que sea el denunciante, adorador de México, medio hermano de Arreola  o fanático de los mayos del 68.

No puede uno continuar faltando a la ley de derecho de autor, copiando cada vez que hay junta, algo de Carlos Cano o Victor Heredia porque él no los conocía.

La asesoría, que no era en leguminosas, ha terminado, y haga usted, señor Colombo, lo que crea oportuno aunque sea impertinente, pero yo he tocado fondo.

Ha sido duro el trabajo de educar durante todos estos años a este ignorante balsámico del son, ágrafo y monosilábido del tema Benny Moré, y hasta del trio Matamoros, por exagerar y para que duela. El colmo de mis favores al barahonero este, es haberle enseñado,  tercer tinto por medio, a jugar dominó. ¡Yo no soy San Martín de Porres! Si se trata de someter a la justicia, que lo haga. La desmemoria es muy común en los ingratos. 

¡Ah! Por si acaso y no vaya a ser vaina, le advierto que tiene uno sus amistades en la justicia, que existen juezas de hermosas piernas, y en Santiago, según me cuentan, hay abogadas cuyo mejor argumento es su mirada, y con eso no pueden sus amenazas desmemoriadas e ingratas. Yo no estoy solo, Señor Colombo, tenga cuidado. 

Elbulevarconpablo@gmail.com

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