Símbolo nacional de la muerte
Juristas, artistas, intelectuales, políticos y fontaneros aseguran que a la señora Angelita Trujillo no se le puede ni debe prohibir la venta de su libro en el país, y tienen toda la razón. Yo opino lo mismo.
A la muy señora de mis mayores desafectos, le exhorto a que venda su libro en el país. Ese es su derecho ciudadano.
Véndalo en Cuesta o en Mateca, señora, en La Trinitaria o en los semáforos. Vénda su libro. Como otros derechos, ese también puede garantizárselo la democracia dominicana.
Vaya usted sin temor por nuestras librerías. Hable con Hans o doña Luisa. Puede que Virtudes le dé un buen precio para el negocio de la distribución en la isla. Anímese. Vaya, o para evitar contratiempos, envíe a uno de sus testaferros intelectuales preferidos, tan poderosos ellos. Usted comprenderá por qué tanto desprecio.
Uno, vencido por el horror su existencia y amparado en la ironía del derrotado, podría llegar hasta al exceso de hablar con Orlando Inoa, el matero de Letra Gráfica para las próximas ediciones de su obra, conversar con Ángel Matos, presidente de MediaByte, que como es hermano mío y siempre me fía para pagarle algún día la impresión de mis libros, si lo llamo puede que le consiga algunas facilidades. Si ombe, señora. Anímese y venda su libro en el país.
Pero, además, -(gran señora de la oscuridad, duquesa de las sombras, reina última de nostalgias atrapadaa en la fastuosidad sanguinolenta de su reinado y un vestido)- el acto de vender su libro y obtener por ese lícito negocio un beneficio, pienso que sería para usted algo maravilloso, cristiano y sobre todo ético, ya que esos pesos serían posiblemente- los primeros y únicos dineros que un hijo de la familia Trujillo Martínez habrá producido limpia, legal o moralmente en toda su vida, y además, sin manchas de sangre.
(La muerte avasalla en sus designios a las almas fúnebres que le cantaron, ay.)
Venda su libro, señora. Esta democracia tan papelera, tan imperfecta, tan gris y cínica, puede garantizarle eso. Incluso, hasta puede garantizarle la vida a usted y a los suyos que por algo representan el símbolo nacional de la muerte, excesos éticos, luces tristes de la democracia.
Venda su libro, muy señora. Símbolo nacional de la muerte. ¡Ay, de Dios en su misericordia!