La dulce venganza del ejemplo
¿Qué puede explicar la nueva moda nacional de publicar libros para homenajear la muerte, celebrar el llanto, justificar el oprobio sin ningún cristiano ni ateo arrepentimiento?
Pero, don Radha, ¿y de dónde han salido estos demonios tan dispuestos a sobrevolar tristes tierras que alguna vez ellos mismos inundaron de tanta sangre?
¿Por qué de un tiempo a esta parte, se ha envalentonado la cobardía de los que mataban como oficio a los valientes, los que violaron por no aburrirse, torturaron por divertimento? ¿Lo recordará Ramfis en algún lugar del infierno?
Este festival de oprobios celebrados, quizás tenga que ver con los repetidos fracasos de las fuerzas sociales del país en establecer una democracia de justicia social e igualdad de oportunidades, democracia de ciudadanos y no de electores de compra y venta que siempre digo, y que ahora apesta.
Quizás sea, porque, liberado el país de la presencia siniestra del tirano, aquí siempre ha habido una negociación, un compadrazgo, unas malditas colindancias que ha evitado que se haga justicia y ha provocado que al final siempre ganen los mismos y nunca hereden los desheredados. Es innegable el hecho: De nuestra democracia, lo que más ha avanzado, excepción hecha de la libertad, ha sido la democratización del latrocinio, la pluralidad de los nombres y apellidos dedicados al robo desde el Estado o con el Estado. Y ni hablar de la seguridad ciudadana, que este es de los pocos países del mundo, donde un ciudadano a la medianoche teme más al encuentro con una patrulla policial que con una banda de tígueres barriales. !Joder!
Entonces, en lo que reprochamos este renacer literario del trujillismo más degenerado, el de las muertes y las violaciones, a ver si también nos ocupamos cada quien en lo suyo de aportar para construir una verdadera democracia, tan auténtica y civilizada que no sea posible ni rentable escribir libros de odas al horror y la sangre. Y una M que no es de miércoles, don Radha.
Neguemos a los Trujillos, a Balaguer y a los secuaces sustentadores y justificadores de sus crímenes, no sólo desde las palabras, las canciones, sino también y sobre todo desde el ejemplo. La venganza del ejemplo, eso.
Los horrores de los Trujillo-Balaguer se conocen, a ver si ahora damos a conocer y demostramos nuestro compromiso con el bien, la honestidad personal y la democracia más verdadera. Dulce venganza la del ejemplo.