Yupanqui, ley y eternidad
Hoy anda uno recordando a don Atahualpa Yupanqui cuando decía: Que otros canten alegrías/ si es que alegres han vivido/ que yo también he sabido/ dormirme en esos engaños.
Viene a cuento este canto, por el tema nacional que es hoy la Reforma Constitucional. Tal que andamos los opinantes tertulianos analizando y postulando sobre la pieza, pero el asunto es más grave y va más allá de la Constitución y sus mandatos. Y es que los dominicanos nos hemos pasado los últimos 30 años inventándonos leyes, resoluciones, mandatos y decretos, como si fueran caricias de pasión en algún templo de meditación horizontal. Sin embargo, el nuestro, como un Macondo con Blackberry, sigue siendo el país del irrespeto a la ley, el paraíso gozón de la anarquía rumbera, y eso se ve hasta en los semáforos.
Resulta que gran parte de los contenidos del proyecto de Reforma responde al interés de que se cumplan leyes y ordenanzas que hace tiempo tenemos pero no respetamos. Así, se habla en el proyecto de la creación de la figura del Defensor del Pueblo, que ya es vieja, pero ha sido imposible que nuestra partidocracia y sus legisladores se hagan el haraquiri de crear un ente independiente y empoderado por la ley para defendernos entre otras cosas de los excesos del poder de ella misma, o sea, de la partidocracia y sus complicidades.
Existe una Ley de Migración con reglamento y todo pero hace tiempo que se hacen gárgaras ministeriales entre tardes con la pobre señora, mientras el país se funde pacíficamente con sus vecinos como los amantes se funden con sus besos por las noches.
El artículo 164 insiste en la vieja prohibición de no reintegrar militares retirados; en el 119 se prohíbe a los servidores del Estado desempeñar simultáneamente más de un cargo remunerado, lo que hace tiempo está prohibido por mandato presidencial.
Entonces, el asunto es grave, es más grave, muchísimo más grave, se trata de que no respetamos la ley ni hemos sido capaces de montarnos un gobierno democrático pero corajudo que nos obligue a cumplirla, a respetarla aunque sólo dure siete meses que ahora sabemos que bastan para alcanzar la eternidad. ¿Comprende?
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