Opinión

El Bulevar de la vida

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Más allá de SD y Santiago o el  drama de un país vencido

          El mayor drama del país no es la pobreza ni la falta de viviendas, los empleos que faltan o los políticos que sobran, la droga que manda o la prevaricación que esconde, la impunidad tan celebrada ella. No.

         Aunque ahora ha tocado el turno a Santiago, cuya sociedad civil anda sublevada de impotencia, tocando fondo en el duelo, convidando a presidentes, ministros y curas buenos para enfrentar el asunto, digo aquí que el gran drama nacional no es la violencia delictiva -y su recién llegado hijo, el sicariato-, pues las estadísticas –que no así las percepciones- demuestran que en lo esencial en Santo Domingo y Santiago la violencia no ha hecho más que mudarse al polígono central, con su pequeño Miami lavado, de chiquitos “newyores” asidos, abogadas buenonas y crueles, megadivas treintonas de ensueño.

         Nuestro drama mayor no es la crisis en el sistema educativo, ni el narcotráfico que ya dirige barrios, pueblos, destacamentos, y que junto al lavado es el “guelfear” nacional no declarado.

         Nuestro mayor drama no son los graves problemas cotidianos, sino otros más sutiles y a la vez más despiadados, desoladores y crueles. Hablo de falta de fe, escasez de alternativas.

         Hagamos memoria: Durante la dictadura siempre hubo una esperanza, la libertad era la utopía que inspiraba la existencia, y hubo un comandante Jiménez Moya, y más tarde, entre besos de enamorados, Minerva y Manolo  concibieron al  1J4, y volvió a sonreír la esperanza a pesar del oprobio.

         Y hubo un diciembre de 1962, y Bosch fue presidente. (“pero no les conviene un hombre honrado a los gorilas ni a los usureros”.) Y cuando en 1966 los Marines “de nudoso pañuelo” nos montaron una “dictablanda” balaguerista que asesinaba muchachos como mariposas en junio, (cuando en junio había mariposas), un PRD fue entonces “el partido de la esperanza nacional”; y  cuando en sus gobiernos ese PRD demostró que no era el PRD, entonces, visionario, un viejo sabio de Rio Verde se inventó un partido como un pretexto de amor para hacer lo suyo que era servir al pueblo, y volvió otra vez la esperanza… “ni robó ni mato, por eso tamo con juanbó, juanbó, juanbó.”

         Como ven, hasta ahora, siempre hubo en el país una esperanza.   Creíamos en algo, en alguien: un señor, una embajada, un imperio, un partido, una dama triste entrando a una oficina, ay, don Radha, que el hombre necesita creer en algo para poder vivir, y por eso siempre se ha inventado dioses, religiones, y sobre todo, amores. Como dicen que dijo Umbrales: “¡Qué sería de mis noches sin la luz de tu mirada/ qué sería de mi futuro sin el presente cierto de tu cuerpo y tus palabras.) 

         Es la primera vez, en décadas de intentos democráticos, que el país se ha quedado sin fe, sin una sola esperanza, sin alternativas ni confianza en nada ni en nadie.

         He ahí, el verdadero drama de un país vencido… más allá de la violencia en Santo Domingo o Santiago. Don Danilo Hipólito Soto Moreno tiene la palabra.

El Nacional

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