Fueron apenas unos segundos, quizás minutos. Pero durante la tarde de ayer en nuestro país no hubo cristianos ni evangélicos, ateos ni creyentes, peledeístas o perredeístas, solo dominicanos, dominicanos y poco más, es decir, casi todo.
El momento que la nacionalidad dominicana vivió en la tarde de ayer, eso dos minutos de llorar a coro con una patria, escuchando su himno sonar en el Londres monárquico e imperial, (¡Qué lindo!), han de quedar en la memoria sentimental de un país demasiado condenado al descuido, a ese no saber definir lo principal unos tenis para Luguelín, por ejemplo.
Gracias a los Estados Unidos que formaron deportivamente a su ciudadano de alma dominicana inmensa, un ciudadano tan dominicano como un Duarte con gafas y una abuela, de nombre Félix Sánchez.
Gracias a la familia de Luguelín Santos y a su entrenador, Rubio, y al pueblo de Puerto Rico que lo acogió y lo va formando. Gracias a la gente hermosa de Bayaguana por no dejarse atrapar en la cultura de la pobreza; gracias porque le dijo al poder del Estado que la pobreza, si es heroica, vence cualquier obstáculo, y como pueblo mulato al fin repitió con el presidente Obama Yes We can.
En amores, al mal tiempo buenos besos. Pero en asuntos de patria, al mal tiempo de no saber definir nuestras prioridades, lo que debemos presentarles son buenos héroes de alma y corazón de gigantes, como Félix y Luguelín.
PD: La nota triste de esta celebración la pone el departamento de prensa del Ministerio de Deportes, que acaba de informarme mediante acto de alguacil con cámara de televisión incluida, que por compromisos contraídos previamente con la historia, el ministro Jay Payano no estará presente en el homenaje nacional a nuestros héroes a su regreso. ¡Qué pena!