Opinión

El bulevar de la vida

El bulevar de la vida

Quien niega una palabra…

Todo viene a cuento, porque está uno convencido de que en esto de escribir diarios para luego escribir libros hay que ser celoso de los párrafos y los versos de cada artículo, bulevar, cronicanto, reflexión.

          En estas lides periodístico/político/literarias tiene uno aprendido que quien niega una palabra es capaz de negar un hijo.    La enseñanza no es propia, me llegó hace mil años en el bar «La Gran Parada», de Baní, cuando un amigo de aquella adultez recién inaugurada entonces, exageradamente bendecido de alcohol, y a quien yo trataba afanosamente de convencer para que -dejando la botella de Ron Siboney por la mitad-, me permitiera llevarlo a su casa, poniéndose muy serio, me dijo: «Detente, Pablito Maquinini,  detente. Yo no me voy de aquí hasta que nosotros nos terminemos este pote», y con la sabiduría de un Borges caribeño sentenció: «Quien abandona un pote, es capaz de abandonar a un hijo.» De ese rodar saqué yo la experiencia de defender mis palabras/ párrafos, desaparecidos por los duendes que en todo diario del mundo existen, según mis fuentes, y en eso estoy.

          Tal que el pasado viernes escribía uno sobre la urgente necesidad que tiene el país de un presidente mártir: «No es un Santicló balagueriano lo que necesitamos los dominicanos,(AG, SJB, JB, LF, HM) sino un Presidente Mártir que se arriesgue a incitar/fomentar a través de la educación, el surgimiento de una ciudadanía democrática y responsable.  Claro, que tal comportamiento podría generar un golpe de Estado, pero el presidente que lo padezca, vivirá en la eternidad de los inmortales, amanecerá algún día, y entre lagrimas de gozo este pueblo olvidadizo y descuidado honrará a sus grandes héroes de la dignidad y el decoro «aunque entre el mar», el mismo mar que un septiembre 25 entró, y sin embargo, hoy nadie recuerda a los insignificantes civiles y militares traidores a la patria y la Constitución, pero aquel que pretenda mancillar el nombre del Presidente Bosch…» Hasta ahí llegó el texto mutilado. Para que no haya malos entendidos y no vayan a pensar ustedes que anda uno abandonando palabras como hijos, ahí les dejo con el final del escrito: «pero aquel que pretenda mancillar el nombre del Presidente Bosch tendrá que ensalmarse la lengua con agua bendita. No siempre eso de permanecer y transcurrir quiere sugerir: «honrar la vida».      

 Quien niega una palabra niega un hijo.

elbulevarconpablo@gmail.com

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