La primera víctima de la lucha electoral es la verdad, y principal instrumento para sacrificarla es la mentira.
Tal que de ahora y hasta el próximo mayo, los dominicanos debemos prepararnos para recibir las más absurdas promesas electorales, incluso de los más descalificados para hacerlas. Es ley del marketing político: usted hace una encuesta, averigua cuáles son los temas que más preocupan a la ciudadanía y, ahí mismo, comienza a darle respuestas retóricas en prensa, TV o Twitter, no importa.
Bien se sabe, que lo que define a un hombre no son sus promesas sino sus hechos, su comportamiento. A partir de esta verdad de Farmacia Mella, entre Confusio, Perogrullo y la Biblia, los dominicanos deberemos abrir bien los ojos. Alertar los sentidos.
Y es que vienen tiempos terribles de poses, mentiras y postalitas, con el agravante problema de que Bosch y Peña están muertos y enterrados, o sea, que ya es parte del pasado ese liderazgo mesiánico de credenciales utópicas que provocaba en los ciudadanos los mayores sacrificios por el triunfo de ese líder.
¿Cuántos de nosotros, aun sin conocerlos, antes de darle la mano y conversar con ellos, (algunos nunca lo hicieron), estuvimos dispuestos a dar la vida por aquellos líderes y en especial por las ideas que ellos representaban?
Cada quien recuerda el lugar, fecha y hora cuando conoció a Bosch o a Peña. Sin esperar nada a cambio, solo por la certeza de que cumplirían sus promesas aunque entrara la mar y escupiera el cielo (Bosch fue un ejemplo de esto), el pueblo dominicano seguía a esos líderes que representaban en sus personas formas de ver la vida, maneras de amar la patria. (Ay, patria mía, de tumbo en tumbos se pierde el rumbo de la alegría.) Pero eran otros tiempos, otras utopías aún no vencidas.
Y pasaron los años, llegaron los gobiernos democráticos a desdecirse de sus sueños fundacionales, terminó la guerra fría, se suicidó la ideología, y ya sin Dios ni Marx, sólo el pragmatismo nos ha quedado. Nuestra política es hoy un mercado de pulgas infectado de gente. Como El Rastro de Madrid, pero sin andaluzas de Jaén, ay, ni la Loraine de París, oculta en su boina gris.
En política sólo se hace lo que conviene, el poder es para usarlo y otros descarnados antipoemas nos deslumbran. A esto hemos llegado. Y cada vez sale más cara la honestidad, y cada vez, vale más la pena ser un delincuente, de marina y campo de golf, de villa, finca y Miami, por supuesto.
Con Bosch y Peña, se fueron las ideas y los sueños, los hechos, el ejemplo.
Bienvenidos a la etapa del mal menor que anunciamos en 1999, cuando el PEME morado inauguró el ético precipicio, y luego vendría un Renove blanquecino para confirmarlo.
!Pobre patria donde las promesas de campaña son poemas, odas cínicas a lo que nunca habrá de ocurrir!.
Mientras tanto, por proteger su salud mental, salga a cantar la dicha de estar vivo, la cristiana suerte de ser un sobreviviente relativamente honrado en un país que le incita a delinquir y penaliza la honestidad cada día.
Por cierto, menos mal que tus caderas, su oasis, el ondear de tu vientre. Menos mal que tu mar y sus dos islas adyacentes. J. Umbrales.